En el artículo titulado Más rendimiento con menor esfuerzo les comento que la naturaleza se vale de provocarnos molestias para que, en nuestro intento de aliviarlas, hagamos algo por nuestra vida.
A pesar de que la naturaleza nos provee de las molestias necesarias (hambre, por ejemplo) para estimularnos, darnos energía, proponernos un camino (buscar alimento, por ejemplo), a los seres humanos no nos alcanza y deliberadamente nos buscamos más molestias (gratificar a mamá, por ejemplo) con la intención de conseguir más estímulos, recibir más energía y para autodeterminarnos un camino (tener un desempeño escolar que a ella la gratifique, por ejemplo).
Por lo tanto nuestro funcionamiento obtiene la energía de dos conjuntos de situaciones: una natural (hambre, etc.) y otra artificial (gratificar a mamá, etc.).
¿Y por qué duplicamos nuestra dificultad agregándonos molestias? Una respuesta posible es la siguiente: los estímulos naturales están fuera de nuestro control y eso nos angustia porque nos sentimos expuestos a la indiferencia de la naturaleza, que notoriamente no nos cuida tanto como lo hacemos nosotros mismos.
Sin embargo, las sacrificios buscados por nosotros mismos (gratificar a mamá, por ejemplo) nos dan la sensación de que sí pueden ser controlados por nosotros y por lo tanto, nos tranquiliza creer que estamos mejor cuidados.
Esta tranquilidad justifica una enormidad de complicaciones innecesarias que sobrecargan nuestra existencia ya que, sinceramente, no nos salvan de ninguna de las vicisitudes inherentes al estar vivos.
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