El cerebro humano tiene muchos defectos de funcionamiento, siendo el más importante el que no se da cuenta cuán impefectamente funciona.
Ya he comentado qué es la metonimia (confundir el todo con una parte de éste, condensar en un detalle las cualidades de la totalidad). Este defecto nos hace pensar que si perdimos un examen entonces «somos malos estudiantes», si un atleta jamaiquino batió un record corriendo pensamos que en ese país la gente es muy veloz; si al día siguiente de comer algo delicioso tenemos malestares digestivos, supondremos que aquella comida no deberemos seguir comiéndola; etc.
La naturaleza se vale del dolor y del placer para que cada individuo actúe procurando la supervivencia suya y de la especie.
El hambre produce malestar que nos impulsa a comer. Comer nos da placer hasta que comemos en exceso y este nuevo malestar nos impone dejar de comer. El cansancio nos produce dolor y buscamos alivio descansando. El placer sexual produce en varios casos la reproducción y las dificultades en mantener una prole numerosa nos impone un control de la natalidad.
La cultura altera en parte esta lógica imponiendo molestias beneficiosas. La obtención de recursos materiales para cumplir el mandato de la naturaleza de conservarnos personal y colectivamente, hace que debamos soportar las molestias de complacer al prójimo para que éste sea nuestro cliente.
Acá deberemos superar la reacción natural de rechazar el dolor y deberemos aprender a tolerarlo. Las reglas de juego de nuestra sociedad nos obligan a disciplinarnos para poder superar el impulso natural de rechazar airadamente a quien nos pide que hagamos algo para él.
No todos lo logran y los que no lo logran suelen padecer la pobreza de recursos materiales. Por no poder soportar la molestia de esforzarse por intereses ajenos (aliviarle el dolor a otro), se someten a penurias económicas que a veces son más dolorosas.
El defecto mental de la metonimia actúa cuando generalizamos la consigna «evitar el dolor» y suponemos que nunca debemos sacrificarnos, esforzarnos, aceptar el dolor, ni aún cuando se presenta como una inversión que nos dará ganancias que lo justifiquen.
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