Consumimos energía para seguir viviendo y la recuperamos mediante la alimentación y el descanso.
Todas las variantes del dolor (hambre, cansancio, asfixia) nos estimulan a buscar la recuperación. En el acto de ser estimulados (por el dolor) se inicia el movimiento hacia la solución que nos permita seguir viviendo.
Los ingenieros han copiado de mil maneras este mecanismo para «inventar» motores, represas, sistemas.
Es más fácil entender un motor que a un ser humano. Por eso les pongo el ejemplo de un ser humano pero como si fuera un motor.
Cuando todo anda bien, el motor rinde al máximo consumiendo el mínimo (de combustible). Cuando anda mal (pero todavía funciona), rinde poco consumiendo mucho.
En las personas pasa algo parecido: cuando no funcionamos bien, rendimos poco.
Por ejemplo,
1) Por alguna razón, demasiadas cosas parecen temibles, amenazantes, imposibles de hacer (fobia).
2) No podemos recordar información personal importante, que es demasiado amplia para ser explicada por el olvido ordinario (histeria).
3) Tenemos que confirmar innecesariamente que cerramos el grifo del gas (obsesión).
Las deficiencias en nuestro funcionamiento siempre incluyen una pérdida de energía lo cual es preocupante si tenemos en cuenta cuán necesarias son para que podamos seguir viviendo.
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