Gritamos a coro que «todos los extremos son malos» pero en el mismo momento, procuramos recibir los máximos beneficios y eliminar de raíz todos los perjuicios.
Quizá lo que querríamos gritar es que queremos todo lo mejor pero que —si no hubiera más remedio— nos conformaríamos con un poco menos.
Primo hermano de ese eslogan es otro que pregona «lo perfecto es enemigo de lo bueno».
Esto lo decimos de la boca para afuera porque en realidad queremos que todo sea perfecto, aunque estaríamos dispuestos a aceptar algo menos ... si no hubiera más remedio.
Insólito! La Organización Mundial de la Salud (OMS), no sabe qué es salud.
La OMS es un organismo pertenecientes a las Naciones Unidas, especializado en gestionar políticas de salud mundial.
Hace un año dije (1) que esta prestigiosa institución pone en duda su propia salud mental cuando define «la salud como un estado de completo bienestar físico y mental, y no solamente como la ausencia de infecciones o enfermedades.»
Como he mencionado muchas veces (2), la naturaleza se vale de molestarnos o agasajarnos (dolor y placer) para que hagamos ciertas cosas que el fenómeno vida requiere para no detenerse.
Si la OMS —con su definición de salud— nos dice que no tenemos que padecer ningún malestar («…estado de completo bienestar físico y mental…»), entonces para que la vida siga funcionando tenemos que estar enfermos.
Esta primera deducción es bastante lineal y quizá no merezca ser aclarada.
Pero continúo deduciendo y llego inevitablemente a que no sería posible prescindir de las profesiones, técnicas e industrias dedicadas a la salud (medicina, homeopatía, herboristería, etc.).
Conclusión: si la OMS me lleva a pensar que estamos enfermos todo el tiempo, entonces la OMS está equivocada o la buena salud no existe.
(1) La exageración oficial
(2) El budismo zen
Administración del desequilibrio
«¡Me alegra estar triste!»
Receta racional
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