jueves, 13 de mayo de 2010

«Odio a los ignorantes»

— Es cierto que las oficinas muy burocráticas son irritantes porque nos hacen perder tiempo, pero lo que más molesta de ellas es que no nos tienen en cuenta. Nos ignoran. No saben nada de nosotros y tampoco están interesadas en saberlo.

— Cuando estamos esperando para ser atendidos por un vendedor y otra persona se nos adelanta, la molestia mayor proviene de que esa persona nos ignoró, no nos tuvo en cuenta.

— Llegamos a una reunión y todos saludan y hablan con la persona que nos acompaña pero ni nos miran. Entonces sentimos un malestar porque nos ignoran.

La molestia, furia, odio, rencor o cualquier otro dolor del alma generado por no ser tenidos en cuenta, viene a reparar el daño que el otro nos produce.

Efectivamente, si las otras personas nos miran, nos saluda, se detienen a conversar, nos están informando que para ellas existimos. Eso es muy reconfortante pero fundamentalmente es necesario que nos suceda.

Creemos que con la auto-percepción es suficiente. Pensamos que si uno sabe que existe no necesita que alguien se lo reafirme. Esto es cierto, pero si nos ignoran nos sentimos mal.

Probablemente ese malestar, ese dolor, está ahí para hacer lo que el otro no hizo: confirmarnos que existimos. El dolor suple a la demostración que necesitábamos y que al no venir de afuera tuvimos que generarla desde adentro.

Como esta solución es dolorosa, trataremos de no repetir la experiencia, ya sea tratando de llamar más la atención en una próxima vez o dejando de ir a un lugar donde nos ignoran.

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