En otros artículos (1) he comentado con ustedes la suposición de que el fenómeno vida depende de que los seres vivos hagamos cosas perseguidos por el dolor y atraídos por el placer.
Esto no solo sucede a nivel de cada individuo sino que también sucede a nivel de grupos y de pueblos enteros.
Muchos regímenes han agredido a su pueblo —generalmente por razones económicas (explotándolo)— y algunos han tenido la suerte de liberarse de ellos (imagen: Caída del Muro de Berlín).
En este conjunto de fenómenos penosos y placenteros, existen la esclavitud, la prostitución y la venta de órganos en la misma época en la que otros disfrutan de libertad, de un digno bienestar y una razonable atención de su salud.
Todos los cambios beneficiosos se producen cuando aparecen las soluciones posibles y duraderas.
Mientras esto no sucede, hablamos, escribimos, hacemos discursos, prometemos, alentamos la esperanza de un mundo mejor.
Hablar, escribir, discursear y alentar la esperanza siempre termina siendo frustrante. Tarde o temprano nos damos cuenta de que la realidad no se anuncia, ni se promete ni se describe de mil formas: se disfruta, se vive, es tangible.
Ahora estamos en una situación en la que no se han encontrado soluciones para la pobreza. Por eso estamos rodeados de este bla-bla-bla (incluido el mío).
Así como han caído los regímenes explotadores, se han terminado algunas enfermedades y hemos duplicado la expectativa de vida, algún día dejaremos de hablar de la pobreza por la sencilla razón de que habrá dejado de ser necesaria como forma natural de estimular el fenómeno vida.
(1) La naturaleza es hermosa pero antipática
(Maldita)Felicidad publicitaria
Somos marionetas de la naturaleza
Loción infalible contra las molestias
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