domingo, 26 de enero de 2014

Represión sexual, duda y pobreza


La represión sexual genera la duda, que remplaza la entrada y salida del pene, generando una inacción que impide producir.

Por algún motivo que no conozco, ni conoceré, la pobreza me provoca dolor ajeno. Felizmente tengo lo suficiente para vivir dignamente, pero me duelen las carencias materiales en los niños, en las mujeres y en los hombres (en ese orden).

El culto a la pobreza que predican las religiones cristianas me parece nefasto, cruel, hipócrita. La promesa de un más allá para que unos pocos aprovechen las riquezas que desprecian los pobres y crédulos, me parece una estafa tan grande que excede nuestro campo visual: por eso no la vemos directamente sino que tenemos que inferirla.

Además de la prédica explícita y dogmática contra el bienestar material, las políticas (religiosas o no) que reprimen la sexualidad provocan, en muchas personas, un estado emocional que les impide producir lo que necesitan para vivir dignamente.

En otras palabras: la represión sexual genera pobreza.

El razonamiento que fundamenta esta aseveración no proviene de la economía que, como ya he mencionado, hace siglos que lucha infructuosamente contra la pobreza. Les propondré un razonamiento con lógica psicoanalítica, es decir: irracional, nativo del inconsciente.

El instinto sexual se expresa con la entrada y salida del pene erecto del genital, boca o ano de otra persona. Esta otra persona también ejerce su instinto sexual con la entrada y salida de un pene erecto, de su vagina, boca o ano.

La prohibición, represión, proscripción de realizar esta entrada y salida como sería natural, hace que muchas personas realicen ese mismo movimiento pero mediante el ejercicio de la duda. Sus mentes, sexualmente inhibidas, dudan: si-no, ahora-después, voy-me quedo, hago-no hago.

En suma: la duda, que remplaza la entrada y salida del pene, produce dudas paralizantes, bloqueadoras de la acción.

(Este es el Artículo Nº 2.099)


Por qué los líderes padecen menos molestias


Los líderes revolucionarios, dada su particular ubicación, les exigen al pueblo más sacrificios de los que dichos líderes revolucionarios padecen.

Lo invito a que haga una observación: mire cómo giran las ruedas de un vehículo. Préstele atención a cómo se mueven los bordes de goma y préstele atención a cómo se mueve el centro de dicha rueda. Podrá constatar que la parte exterior tiene un gran movimiento mientras que la parte central apenas gira.

De más está decir que los bordes y el centro hacen el mismo movimiento giratorio, pero la gran diferencia está en cuánto se mueve la circunferencia más grande (la exterior) y en cuánto se mueve la circunferencia interior (el eje central).

Recordemos que al movimiento circular que realiza una rueda se le llama revolución.

Si consultamos el diccionario (1), veremos que la palabra revolución, en mecánica, significa: Giro o vuelta completa que da una pieza sobre su eje. Por lo tanto, cuando cumplimos el primer párrafo, lo que observamos fue la revolución de la rueda de un vehículo.

Ahora veamos que significa la misma palabra revolución, pero en sociología: Cambio violento en las instituciones políticas de una nación.

Con estos elementos, es posible pensar en algo que ocurre en los pueblos donde se producen movimientos revolucionarios: Los líderes ocupan los lugares centrales del acontecimiento mientras que el pueblo ocupa los lugares periféricos del acontecimiento.

Si volvemos a observar la rueda del vehículo, podremos imaginar que el pueblo está en el borde de la rueda, es decir, donde se producen los cambios más importantes, drásticos, quizá también dolorosos, mientas que los que toman las decisiones ocupan un lugar donde los cambios se perciben de forma más moderada, más silenciosa, menos dolorosa.

Esta particular ubicación de los líderes les permiten exigirle grandes sacrificios al pueblo sin padecerlos ni imaginarlos.


(Este es el Artículo Nº 2.115)


El instinto de conservación y la lucidez


El instinto de conservación exaspera nuestra lucidez mediante el dolor para que seamos eficaces en la conservación de la vida.

Aunque usted no lo crea, existen personas que no están preocupadas por el dinero.

Ellas lo tienen en cantidad suficiente; la cantidad que les llega parece tener una fuente inagotable; no están preocupadas por si algún día caerán en la indigencia, ni se les ocurre pensar en los vaivenes de la economía mundial: simplemente hacen ciertas tareas, cumplen ciertas obligaciones y el dinero suficiente llega con pacífica regularidad.

Para quienes viven corriendo tras los compromisos económicos, para quienes todos los meses padecen un cierto monto de angustia porque no llegan a fin de mes sin hacer malabares con los escasos recursos que tienen...o con la excesiva cantidad de gastos, imposible de abatir, para todas estas personas, repito, es quimérico imaginar que existan otras formas de vivir.

Más allá de lo que cada uno sea capaz de suponer, hay gente que no padece preocupaciones económicas, pero padece otro tipo de preocupaciones porque, según parece, las preocupaciones son un ingrediente natural para que el fenómeno vida solo se detenga lo más tarde posible (1).

Las preocupaciones de quienes no tienen problemas económicos consisten en cómo entretenerse, en cómo darle sentido a la existencia, en cómo llenar el tiempo libre.

Nuestra mente está especializada en detectar rápidamente las carencias pero es muy torpe para detectar todo lo demás. Está diseñada para captar el dolor pero tiene dificultades para registrar el alivio.

La Naturaleza es sabia: como lo único que puede poner en riesgo la existencia suele avisar su proximidad provocándonos dolor, el instinto de conservación nos aumenta la conciencia, la lucidez, el estado de alerta, con las sensaciones dolorosas, para que actuemos defensivamente y se cumpla el objetivo principal: vivir.


(Este es el Artículo Nº 2.094)


Los celos por la propia infidelidad


Mantenerse sexualmente fiel suele ser frustrante y, para aliviar esta frustración, algunos acusan de infidelidad al otro.

Los temas referidos a la fidelidad conyugal siempre son polémicos y es grato que así sea.

Como les comento en otro artículo (1), las matemáticas son odiosas porque impiden la polémica, es decir, impiden que algunas responsabilidades queden en la nebulosa. Todo lo cuantitativo termina siendo acusador porque es posible medir las acciones, las intenciones, las preferencias, mientras que lo cuantitativo, lo no matemático, es polémico y, por tanto, más impreciso y menos acusador.

Los temas referidos a la fidelidad conyugal siempre son polémicos porque los cónyuges más celosos, en última instancia, están acusando al otro por faltas que no cometieron.

La furia de una persona celosa suele estar provocada por sus propias fantasías de infidelidad:

Jorge querría ser infiel con su esposa porque desea hacer el amor con una compañera de trabajo que intenta seducirlo, pero como no se anima a ser infiel se mortifica, sufre, se retuerce de angustia y, para aliviarse, acusa a Leticia de que muy probablemente esté en amoríos con el primo.

La dosis de calmante a veces tiene que ser muy elevada. Así como alguien tiene que ingerir tres aspirinas para calmar un dolor de cabeza, porque con una no le alcanza, necesita caer en el maltrato desconsiderado con Leticia porque una simple mención de la desconfianza no le alcanza.

En este estado de cosas, Leticia no entiende nada. Al principio se angustia por la actitud de Jorge; habla con las amigas; lo ama pero él se está poniendo insoportable; es tranquilizador que sea hombre de una sola mujer, en eso puede estar tranquila. Para calmarse, imagina que los celos son una prueba de amor y se adapta a que él la agreda ... porque está sexualmente frustrado.


(Este es el Artículo Nº 2.106)


La envidia empobrece


La envidia es desestimulante para quien la padece. Suele generarse por incomprensión del personaje envidiado.

Para comprender la idea que justifica este artículo necesitamos asumir que existen roles gestores (exclusivamente ejercidos por madres) y roles proveedores (ejercidos por personas de ambos sexos que trabajan para mantener a su familia).

Por lo tanto, los gestores siempre son de sexo femenino y los proveedores pueden ser tanto mujeres como varones.

Solo haré un comentario sobre los proveedores, sin incluir a las gestoras.

Es muy probable que los proveedores, de ambos sexos, tengan una forma de pensar masculina porque es este sexo el que suele dedicarle más tiempo y energía al trabajo remunerado.

Los proveedores, (con mentalidad masculina, como acabo de decir en el párrafo anterior), tienen una psiquis apta para fecundar a todas las mujeres que se los soliciten. Un varón normal desea ser elegido Míster Padrillo Universal. Los varones que desean la monogamia continúan en una relación edípica con su madre (‘madre hay una sola’), pues no han logrado abandonar aquel vínculo primario e infantil.

Por esta mentalidad masculina de los proveedores, tienden a suponer que las prostitutas efectúan un trabajo envidiable, en tanto se las imagina realizando el sueño dorado de tener relaciones sexuales con muchas personas. Más aún: cobran por hacer la tarea más deseable.

Una prostituta no es un varón polígamo, es una mujer que anhela tener relaciones sexuales con el padre de sus hijos y no con cualquiera. Ellas tienen que cobrar para indemnizar el doloroso sacrificio de violentar su deseo natural.

Los proveedores, que envidian a las prostitutas, también las desprecian para aliviar las molestias causadas por la mencionada envidia.

Los proveedores bajan su productividad y sus ganancias cuando, por error, envidian la situación laboral de prostitutas o de cualquier otro trabajador imaginariamente feliz (gobernantes, empresarios, ...).

(Este es el Artículo Nº 2.084)