martes, 18 de mayo de 2010

La inteligencia del burro

El fenómeno «vida» instalado por la naturaleza en cada animal requiere que éste realice ciertas acciones que ella estimula mediante el dolor y el placer.

Está confirmado que su método es eficaz porque nos movemos como ella quiere para evitar el dolor y para conseguir el placer.

En el ámbito laboral, podríamos decir que trabajar responde a los estímulos dolorosos y que cobrar responde a los estímulos placenteros.

Desde otro punto de vista se podría decir que cuando la naturaleza nos hace sentir dolores tales como hambre, frío o cansancio, reaccionamos buscando un trabajo que nos provea dinero para comprar lo que nos alivie (alimento, abrigo o alojamiento, respectivamente).

Todos conocemos la historia del burro que intenta alcanzar una zanahoria atada a su propio cuerpo.

Esta imagen representa bien nuestra esperanza de alcanzar algún día la saciedad, el alivio perpetuo, la satisfacción definitiva.

Pues bien, la propia historia incluye un personaje que usamos como símbolo de la estupidez y la ignorancia.

Cuando decimos que alguien es un burro, estamos diciendo que padece dificultades intelectuales severas.

La popularidad de esta fábula nos permite suponer que en nuestra psiquis consideramos que el procedimiento que utiliza la naturaleza para conservar nuestras vidas, sólo funciona si somos unos «burros».

Cuando los seres humanos «inteligentes y sabios» captan que si cumplen las órdenes de la naturaleza se convierten en «estúpidos e ignorantes», elaboran alguna estrategia para evitar el dolor y el placer.

La sociedad de consumo nos promete evitarnos cualquier tipo de dolor y algunas otras ofertas (medicina y religiones) nos ayudan a resistir la tentación de gozar, disfrutar, «comernos las zanahoria».

Cuando los «inteligentes y sabios» perciben que negar el dolor y placer no es vida, comienzan a delirar con que la verdadera vida está después de la muerte.

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