viernes, 21 de mayo de 2010

La envidia es progresista

En un artículo publicado con el título Dime con quién andas y sabré tu patrimonio les comentaba que los grupos humanos tienen un cierto nivel de ingresos y de gastos.

Ponía como ejemplo aclaratorio, que en algunos grupos sus integrantes ganan y gastan (promedialmente) 10, en otros, 100 y así con las cifras que ustedes imaginen.

Es una necesidad para los integrantes, respetar las normas de afiliación. En un grupo de nivel 100, alguien con nivel 1000, será considerado como un avaro, amarrete, tacaño, egoísta y, por lo tanto, tendrá con los demás una convivencia conflictiva.

También sugería en ese artículo, que la envidia es un sentimiento determinante en este fenómeno socio-económico. La rivalidad que caracteriza a ese afecto, contribuye a uniformizar las condiciones de vida entre los integrantes de un grupo.

En el blog La envidia que creé para tratar sólo los temas que incluyan esta característica humana, trato de exponer todas sus aristas y no solamente las negativas, aunque sé que son las más populares.

Precisamente, ésta es una paradoja que favorece la permanencia de la pobreza patológica.

La envidia es el deseo de tener lo que el otro tiene y se llama de la misma manera el deseo de que el otro deje de tener lo que a mí me falta.

Si dejamos de lado la prejuiciosa antipatía que nos inspira, la envidia es un sentimiento que busca la igualación progresista.

Es progresista porque nunca se envidia lo malo que otro tiene (una enfermedad, una pérdida, un dolor), sino lo bueno que otro tiene (la salud, el bienestar, la riqueza).

Como la naturaleza se vale de provocarnos molestias para estimular el fenómeno vida (1), no descartaría que los seres humanos rechacemos la envidia para preservar el conflicto que nos provoca la irregular distribución de la riqueza.

(1) La naturaleza es hermosa pero antipática
(Maldita)Felicidad publicitaria
Somos marionetas de la naturaleza
Loción infalible contra las molestias
La disconformidad universal
El budismo zen
Administración del desequilibrio
«¡Me alegra estar triste!»
Receta racional

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