Decir que “el dinero no hace la felicidad” es una verdad a medias.
En realidad, nada hace la felicidad.
Por lo que observo (y pongo a su consideración), se cumple el hecho de que la naturaleza se vale de molestarnos y ofrecernos alivio para que hagamos cosas que mantienen activo el fenómeno «vida». (1)
Cuando pasamos del estado doloroso al placentero, ahí hay un momento de felicidad, de bienestar, de placer, satisfacción.
Sin embargo, el acostumbramiento al bienestar llega muy rápidamente. No sucede lo mismo con el acostumbramiento al malestar.
Dicho de otro modo: nos acostumbramos a pasar bien, pero difícilmente nos acostumbramos a pasar mal.
También podría decirse que el malestar no aburre pero el pasarla bien sí.
Nuestras predilecciones son poco beneficiosas. Si pudiéramos reinventarnos, perfeccionaríamos esto de aburrirnos cuando estamos bien.
De hecho, la felicidad es un fenómeno que —por los motivos expuestos— dura muy poco.
Por algún motivo (yo siempre tiendo a suponer que los ricos gastan en publicidad para desprestigiar los beneficios de tener dinero), hemos optado por decir que «el dinero no hace la felicidad», cuando en realidad, también correspondería decir que «viajar no hace la felicidad», trabajar, leer, vivir solo, hacer deporte, tener una mascota, o cualquier otra actividad, cosa o servicio, tampoco la hace (al menos por mucho tiempo).
Este refrán publicitario quizá beneficie a los grandes coleccionistas de dinero (ricos, avaros, devotos, aficionados), pero desalienta a quienes tenemos que trabajar para ganarnos la vida.
El proverbio es una metonimia, es decir, condensa en un solo detalle (el dinero) algo que pertenece a una realidad mucho mayor.
En suma: nada hace la felicidad (ni el dinero, ni la salud, ni el amor, etc., etc.), excepto por un cortísimo período, que termina cuando la naturaleza entiende que debe molestarnos para seguir vivos.
(1) La naturaleza es hermosa pero antipática
(Maldita)Felicidad publicitaria
Somos marionetas de la naturaleza
El goce de sufrir
Loción infalible contra las molestias
La disconformidad universal
El budismo zen
Administración del desequilibrio
«¡Me alegra estar triste!»
Receta racional
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