sábado, 9 de febrero de 2013

El placer y el dolor de vivir


Los interminables pasajes de la alegría a la tristeza o del placer al dolor son causados por un inevitable funcionamiento corporal.

Parece que en su origen, (etimología), el verbo «penetrar» deriva de entrar, llegar hasta el fondo.  Algunos piensan que la palabra «penetración» es la fusión de dos acciones: pene + tracción, es decir, entrar hasta el fondo y luego salir.

Reconocemos acá una clara referencia al acto de fornicar que consiste precisamente en hacer que el pene entre y salga reiteradas veces de la vagina.

Mediante esta acción mecánica, el pene recibe de las paredes vaginales los estímulos adecuados para que se produzcan en el varón los espasmos pélvicos que den lugar a la eyaculación de semen, (¿imagen?), que eventualmente dará lugar a la gestación de un nuevo ser humano en el cuerpo de la mujer receptora.

Según nuestra mente, inteligencia, psiquis, los esquemas de funcionamiento se repiten de varias formas, con las transformaciones adaptativas necesarias.

Aclaro esto:

Así como la función que permite la fecundación se logra mediante un movimiento mecánico de entrar y salir, otras funciones humanas también dependen de dos acciones opuestas.

Veamos estos fenómenos:

Adentro y afuera, (coito), placer y dolor, comer y evacuar, dinamismo y apatía, felicidad y tristeza, sístole y diástole, (latidos del corazón), y otros.

Estas acciones que se nos presentan en oposición binaria, (porque son dos acciones asociadas), fueron copiadas por la informática. Efectivamente, toda la informática se basa en estas dos acciones, traducidas en «prendido y apagado», las que en lenguaje de programación se representan por el número uno y por el número cero, respectivamente.

El motivo de este artículo es comentar que nuestros interminables pasajes de la alegría a la tristeza, del placer al dolor, no son otra cosa que un inevitable funcionamiento corporal, sin el cual no podríamos vivir.

 


Estrategia para ir de mal en peor



 
En algunas personas funciona una estrategia inconsciente por la que, cuando están económicamente mal, tratan de hacer cosas para estar peor.

Según dicen, (y dejos en sus manos decir si está de acuerdo o no), en las épocas de recesión economía, cuando es más difícil conseguir trabajo, ganar dinero y atender satisfactoriamente las necesidades básicas, aumentan la participación popular en los juegos de azar (lotería, tómbola, quiniela, bingo).

«Azar», según el Diccionario de la Real Academia Española, significa nada menos que «desgracia imprevista».

Por lo tanto, y siempre suponiendo que cuando andamos cortos de dinero tratamos de mejorar nuestra economía participando en algún juego de azar, podríamos suponer que cuando andamos mal procuramos estar peor.

Esta conclusión es insólita, aunque no tanto.

La mayoría de los humanos creen que tenemos libre albedrío, quizá la misma mayoría también cree que «querer es poder» y sería coherente que también pensara que «los humanos somos hijos del rigor».

Con esta trilogía intelectual, quienes ante la adversidad tratan de castigarse (porque cuando tienen poco dinero participan en un «juego de desgracia imprevista»), utilizan una lógica que podría describirse así:

«Si tengo poco dinero es por mi culpa (libre albedrío), es porque «quiero padecer la escasez» (querer es poder). Por lo tanto necesito sufrir más (somos hijos del rigor) para que reaccione, para recibir un estímulo que me saque de este estado, para ser castigado por mi indolencia».

Este razonamiento cuya actividad imagino en la cabeza de quienes cuando están mal buscan estar peor, suena muy mal, rechina, es antipático, sería preferible descalificarlo para no creer en su existencia.

Sin embargo, ... sin embargo, quizá tenga algo de valioso.

Por lo pronto, si usted pudo leer hasta este párrafo, algo habrá entendido que podría cambiarle una estrategia tan adversa y dolorosa por otra menos costosa.

 
(Este es el Artículo Nº 1.785)

 

Valoramos a nuestros colaboradores con injusticia




Los humanos valoramos a quienes peor nos ayudan y desvalorizamos (despreciamos) a quienes mejor nos atienden.

Necesito hacer un juego intelectual, imaginar, abandonar por cinco minutos  la cordura, la lógica, el realismo.

Para ello observemos la actitud de los seres humanos ante su refrigerador y su computadora.

Si bien son objetos inanimados tienen un funcionamiento, nos ofrecen un servicio, forman parte de nuestra vida.

En cuanto a funcionamiento, el refrigerador y la computadora producen cambios, uno enfría y el otro procesa información. Aunque con diferentes propósitos, ambos son necesarios para nuestra vida.

El refrigerador y la computadora nos ofrecen un servicio, nos resultan útiles, mejoran nuestra calidad de vida, conservan nuestros alimentos y pueden ayudarnos en el trabajo, conservan las bebidas frías y organizan la información que nos interesa.

Forman parte de nuestra vida por las mismas razones antedichas. Sin embargo es muy difícil vivir sin refrigerador. Salvo excepciones, la computadora funciona más como un entretenimiento que como una herramienta para subsistir.

Podríamos concluir, después de abandonar por cinco minutos la cordura, la lógica, el realismo, que el refrigerador es mucho más necesario que la computadora.

El eje de este artículo es observar que los refrigeradores son mucho más sencillos de utilizar que las computadoras y, tema esencial, nos causan muchos menos dolores de cabeza.

En la actual etapa de evolución de los generadores de frío y de los procesadores de información, la tecnología de uno y de otro son radicalmente diferentes. La refrigeración parece haber llegado a la máxima perfección, pero la informática es abrumadoramente ineficiente, se descompone, los técnicos saben muy poco (pero dicen saber mucho), es muy costosa y brinda un servicio con abundantes interrupciones.

Razonamiento: Los humanos veneramos a los colaboradores (humanos y no humanos) que nos causan problemas y casi ignoramos a los verdaderamente eficientes.

(Este es el Artículo Nº 1.778)

Los ambiguos sonidos del amor



 
Los «sonidos» que produce la pareja humana haciendo el amor pueden ser interpretados como de placer o de dolor.

No creo que exista ese tal espíritu en el que creen devotamente más de la mitad de la humanidad.

Esta mayoría logra que la idea subsista a fuerza de insistir, pero lo mismo ocurrió cuando se decía que el sol gira alrededor de la tierra, Copérnico dijo que la Tierra gira alrededor del sol, finalmente se comprobó que Copérnico tenía razón, y en pleno siglo 21 las maestras enseñan a los niños que «el sol sale por el este», como si no fuéramos los terrícolas quienes comenzamos a verlo por el este.

Si necesitamos que el sol salga por el este seguiremos pensando que él gira a nuestro alrededor y si necesitamos que exista un espíritu, inmortal, inmaterial y divino, pues la mayoría seguirá hablando de ese componente divino que nos convierte en inmortales.

Sin embargo, nada prueba que dicho espíritu exista y por eso me permito ubicarme en la minoría para decir que, en todo caso, la materia de la que estamos hechos nos provoca ciertas sensaciones subjetivas que, por no saber bien qué las produce tenemos permitido suponer, provisoriamente, que sí, que tenemos lo que la mayoría desea tener.

Pues bien, el espíritu o la psiquis o lo como desee llamarlo, determina nuestra forma de ser: bondadosa o maligna, fuertes o débiles, pacíficos o violentos, o lo que sea.

Ese espíritu o psiquis puede estar forjado por nuestras experiencias infantiles y, puesto que desde el misterioso dormitorio de nuestros padres suelen salir sonidos que un niño no sabe si son de dolor o de placer, muchos pequeños pueden forjar su espíritu pensando que amar es provocar dolor a la mujer, entonces de ahí saldrá un hombre golpeador.

(Este es el Artículo Nº 1.796)

La venganza del recién nacido



 
Un niño que no se sintió bien tratado en su primera infancia puede generar un adulto que se vengue de toda la sociedad.

No merece mucha fundamentación asegurar que los seres humanos somos vengativos.

Se dice que la gran revolución filosófica que propuso Cristo tenía algo que ver con este espíritu vengativo que engalana la psiquis de los humanos, generalmente tan orgullosos de su especie, capaces de despreciar a otras porque son tan estúpidas que no se toman venganzas terribles contra quienes las perjudicamos.

Un conocido soberano de Babilonia (Hammurabi – 1792-1750 antes de Cristo) creó un código en el que se estipulaba la normativa según la cual, «Ojo por ojo y diente por diente». Me refiero a la Ley del Talión.

Es increíble que en pleno siglo 21 se sostenga que esta Ley era cruel cuando no faltan respetables ciudadanos que son capaces de matar a quien intente robarle su vehículo.

La Ley del Talión no es otra cosa que la obligatoria proporcionalidad que se les exige a quienes actualmente se defiendan de cualquier ataque. Según esta Ley del Talión del actual siglo 21, sería esperable que si alguien roba tu vehículo, tú le exijas una indemnización similar al valor del bien y no mil veces mayor.

Y ahora me aparto solo aparentemente del tema.

La condición vengativa de los seres humanos podría ser la causa de que unas primeras experiencias de vida con la madre o quien hagas las veces, genere conductas agresivas inexplicables sin contar con el concepto “venganza”.

Si una madre tiene la particularidad de hacer esperar a su hijo, exponiéndolo a fuertes dolores por hambre, incertidumbre de abandono, angustia, porque ignora sus llantos de hambre, soledad, frío o falta de higiene, sería lógico que ese niño se vengue de todos nosotros pues fuimos representados por ella.

(Este es el Artículo Nº 1.774)