viernes, 23 de diciembre de 2011

El agua tibia y cómo lograrla

El ajuste de nuestra conducta social suele entrar en una escalada de reiteradas compensaciones cada vez más exageradas.

Para lograr la temperatura adecuada del agua que usaremos para tomar una ducha, solemos beneficiarnos, sin saberlo, de que el recurso hídrico es limitado.

Cada uno tiene su técnica: algunos comienzan por abrir la canilla del agua fría para ir agregándole temperatura abriendo la del agua caliente. Otros, por el contrario, comienzan abriendo la canilla del agua caliente y tratan de bajarle la temperatura agregándole agua fría.

Este proceso podría terminar inundando un barrio entero si no fuera porque la cantidad de líquido del que disponemos es limitado.

Para regular nuestros deseos prohibidos aplicamos un procedimiento similar al que usamos para preparar agua tibia, con el inconveniente que no contamos con el resguardo de la escasez de recursos pues la capacidad de exageración de los seres humanos casi no tiene límites.

Esta es la causa principal de muchos dolores de cabeza, angustia y conductas que nadie entiende.

El hecho que provoca mayores desajustes en esta búsqueda desesperada del agua tibia (sentimientos y conductas equilibradas), es la prohibición del incesto.

Pondré un ejemplo de varón porque me resulta más fácil de explicar tan sólo siendo autobiográfico.

— El niño desea a su mamá. Primero la necesita por los cuidados que ella le brinda pero luego desea casarse con ella.

— En este plan, el niño quiere echar a su padre de la casa.

— La lucha es muy despareja y el niño tiene que disimular su rechazo al dueño de casa.

— El pequeño duda si estará disimulando bien y comienza a idealizarlo, hacerse amigo, quererlo.

— Siente que el padre realmente es un enemigo. Piensa y desea ser violado por ese monstruo.

— Al percibirse con deseos homosexuales, sobreactúa como muy macho, ...

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Los desafíos provocados por la saciedad

La pobreza existe porque aún no aceptamos que el fenómeno vida también se ve estimulado por la búsqueda de necesidades y deseos.

En otros artículos he comentado que los seres humanos conservamos el fenómeno vida en la medida que nuestro funcionamiento biológico pueda reaccionar huyendo de los dolores y dirigiéndose hacia la búsqueda del alivio, placer, goce.

La muerte ocurre cuando nuestro funcionamiento biológico no puede reaccionar huyendo de los dolores y atrayendo las sensaciones disfrutables.

Clásicamente decimos que la situación penosa ocurre cuando no podemos dar satisfacción a una carencia, cuando tenemos hambre y no podemos comer, cuando un gobernante hace mal su trabajo y no podemos cambiarlo por otro, cuando no podemos curarnos de una enfermedad invalidante.

Es menos frecuente el caso de quienes necesitan producir cambios en su vida porque lo que no tienen son necesidades y deseos (1).

El primer caso (el que todos conocemos por escasez, pobreza, carencia) es aquel en el que lo penoso ocurre por frustración de las necesidades y los deseos, ahora me estoy refiriendo a que las molestias ocurran precisamente porque todas las necesidades y deseos han sido cancelados por la abundancia de recursos. Me estoy refiriendo al malestar de la riqueza, de quienes lo tienen todo y han caído en el hastío, el aburrimiento.

Este grupo de personas satisfechas necesitan buscarse desafíos, necesidades, curiosidades, dificultades, juegos entretenidos, situaciones en las que puedan encontrar las necesidades y deseos de los que están siendo privados por la abundancia de recursos, por la desaparición de frustraciones.

Aunque suena de «ciencia ficción», no es tan disparatado suponer que el planeta posee recursos suficientes para cancelar todas las frustraciones de los seres vivos que lo habitan (incluida nuestra especie), como para que el desafío estimulante del fenómeno vida sea la búsqueda de necesidades y deseos.

(1) El sufrimiento por «saciedad extrema»

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La naturaleza también crea disconformes

Es probable que la lucha contra la injusticia distributiva sea imprescindible porque forma parte del orden natural.

La riqueza y la pobreza dividen a la humanidad y no descarto la hipótesis de que necesitemos esa división para poder vivir.

El íntimo deseo de que todos seamos iguales no está atendido por la naturaleza porque nacemos inevitablemente con distintos talentos, fortalezas, salud.

Según he mencionado en varios artículo reunidos en el Blog titulado Vivir duele, parecería ser que el fenómeno vida depende entre otras cosas de que los beneficiarios de ese fenómeno (los seres vivos) tengamos molestias y placeres que nos estimulen para buscar comida cuando tengamos dolor provocado por el hambre y así con todos los otros padecimientos propios de la existencia y que nos provocan reacciones sin las cuales pereceríamos (alejarnos del fuego, dormir, huir de las inundaciones en las que podríamos ahogarnos).

Por lo tanto, la naturaleza ha creado una mala distribución de dones (fortaleza, inteligencia, belleza, salud) para que conviva con un ser humano cuyos gustos rechazan esta situación.

El cerebro humano creado por la naturaleza incluye la funcionalidad de rechazar ciertos fenómenos naturales.

En otras palabras, para los seres humanos es desagradable que existan enfermos, débiles, pobres y las condiciones naturales están dadas para que nunca falten estos estímulos que agreden (estimulan) nuestra sensibilidad.

Es posible pensar que esta contrariedad es «deliberada», necesitamos estar en desacuerdo con esta despareja asignación de dones.

Por el contrario, si los humanos fuéramos naturalmente felices sabiendo que algunos no tienen comida, que otros están sufriendo dolores corporales muy intensos, que hay madres que mueren en el parto, quedaríamos privados de esas molestias que el fenómeno vida requiere para no detenerse.

En suma: La lucha contra la injusticia distributiva forma parte del orden natural.

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El futuro que fue presente hasta ser pasado

El miedo y la esperanza son vivencias actuales de hechos concretos que quizá (Quizá, QUIZÁ) ocurran en el futuro.

Sé por experiencia propia que mientras estamos vivos tenemos muchos sentimientos.

De cuando estamos muertos carezco de información pero algunas personas tejen historias muy minuciosas sobre la vida después de la muerte, aunque aclaran que sus conclusiones son actos de fe, es decir, ocurrencias, antojos, suposiciones placenteras.

Uno de los sentimientos más penosos es el miedo.

La Real Academia Española dice que miedo es la «Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario» y que también es el «Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.»

Como vemos el famoso miedo siempre es un sentimiento que está presente cuando lo temible no ocurrió porque se ubica en el futuro.

El derecho (estudio de las leyes) dice que amenaza es el «Delito consistente en intimidar a alguien con el anuncio de la provocación de un mal grave para él o su familia.»

Observemos que en el presente tenemos sentimientos dolorosos por asuntos que eventualmente (riesgo) se presentarán en el futuro (recelo, aprensión, amenaza).

Podemos decir que el miedo y la esperanza integran nuestro menú afectivo del futuro. Padecemos y disfrutamos con anticipación según sintamos miedo o esperanza respectivamente.

Dicho en otras palabras, algo en nuestra cabeza nos hace padecer o disfrutar de hechos que aún no ocurrieron, por lo tanto, esto nos permite decir que en tales circunstancias vivimos fuera del presente, fuera de la época, fuera del tiempo.

Estaremos de acuerdo en que nada puede ocurrirnos si no es ahora, en el presente.

Cada uno de nosotros sabe cuántos sentimientos fuera de tiempo tiene.

Por estos motivos, el miedo y la esperanza parecen ser sentimientos engañosos o contraproducentes.

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domingo, 4 de diciembre de 2011

La injusta venganza de la culpa imaginaria

Si no podemos disfrutar intensamente de la vida porque nos sentimos culpables, nos convertimos en ciudadanos vengativos y antisociales.

A ver si has oído estas frases, expresadas con seriedad por personas honorables, buenos ciudadanos que nunca han estado encarcelados y en algunos casos, asiduos concurrentes al cumplimiento de los cultos religiosos más piadosos:

— Soy exigente con los demás porque soy aún más exigente conmigo mismo;
— Hazle a los demás lo que querrías que hicieran contigo;
— Lo digo con dolor, pero la gente te obliga a usar mano dura con ellos;
— Te castigo pero créeme que me duele más a mí que a tí;
— La severidad es efectiva pues resulta disuasiva y ejemplarizante.

Estos buenos ejemplares de nuestra especie, que alguien por descuido podría confundir con un tirano cruel, incitan a los gobernantes de turno para que hagan el trabajo sucio de limpiar la nación de esos inmundos semejantes que molestan con sus robos, aspecto facineroso, música estridente, costumbres aberrantes.

Pero también sería superficial suponer que esto se trata de intolerancia químicamente pura. Es posible suponer «resortes anímicos» menos obvios.

Los delincuentes nos están recordando que somos alguien más del que se mira en el espejo del botiquín, peinándose con cuidado, haciendo muecas para constatar la higiene dental.

Esos humanoides que desearíamos eliminar también funcionan como espejos que reflejan aspectos nuestros horrendos e impresentables.

¿Cuándo padecemos remordimientos, culpas y nos recriminamos? Cuando algún accidente desafortunado nos impide negar lo que veníamos negando: que somos débiles, vulnerables, enfermables, solo algunas veces curables, envejecibles, mezquinos, infieles, mentirosos, crueles, sádicos, intolerantes, evasores, transgresores.

¿Para qué sirve este artículo? Para poder amarnos sin tener que engañarnos, para querernos también sin maquillaje, desprolijos, desalineados.

Y si podemos amarnos sin trampas, podremos disfrutar de la vida sin sentirnos culpables, sin imaginar fantasmas persecutorios ni ponernos vengativos injustamente.

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Todos nos proponemos ganar aunque en diferentes momentos

En la novela personal (vida imaginaria) jugamos para ganar. Algunos queremos ganar ahora y otros queremos ganar después.

Les comentaba en otro artículo (1) que los humanos nos construimos una novela donde somos protagonistas y cuyo desenlace nos permite «saber» qué nos ocurrirá.

Con este guión cinematográfico, podemos calmar el dolor de la incertidumbre.

Para que usted conozca cuál es su historia-novela-guión cinematográfico, piense en cómo se imagina que son las cosas, cómo son los otros personajes (padres, hermanos, amigos, cónyuge), cuál es el criterio de justicia, qué piensa de usted su gobernante (rey, presidente, Dios).

Millones de personas tienen una novela similar a la siguiente:

Se imaginan integrantes de una gran familia, con un padre inmensamente justo, poderoso, observador, que sabe cómo premiar y castigar a sus hijos.

Como habrá adivinado, estoy diciendo que en millones de personas la figura paterna de sus novelas, es Dios.

Quienes viven como protagonistas de una novela de este perfil literario, suelen imaginar que papá-Dios premia a los hijos más generosos, buenos, pacíficos, disciplinados. En suma, ama y premia a los hijos más obedientes, solidarios, trabajadores, que se conforman con muy pocos bienes materiales, que no compiten con sus hermanos y que no son dados a las diversiones, excesos y mucho menos, a la avaricia.

Quienes viven como protagonistas de una novela así, eluden las oportunidades porque «algún otro hermano las necesitará más que yo», nunca pelearán por posesiones materiales, ayudarán a los demás y tendrán un gran temor de disfrutar porque suponen que el placer será mal visto por papá-Dios y muy probablemente también tengan el temor a que el goce pueda ser tan grande (explosivo), que los desintegre físicamente (1).

Estos «hijos», son pobres y su estrategia consiste en ganar más que todos sus hermanos cuando papá-Dios los evalúe.

(1) Nuestra novela y nuestro protagonismo

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Conocer y comprender para vivir mejor

Es posible pensar que muchos malestares están causados por no entender cómo funciona la naturaleza y nosotros dentro de ella.

En otro artículos (1) les decía que los achaques de la vejez no necesariamente deben tener por causa el deterioro orgánico que suponemos en esa etapa de la vida, sino que esa mayor cantidad de molestias son la reacción automática ante un cuerpo que reacciona menos.

Si esto fuera así, entonces podemos decir que el cuerpo anciano necesita sufrir más porque reacciona menos, porque los dolores son estímulos y un cuerpo de adulto mayor necesita dosis mayores de estímulos para seguir conservando el fenómeno vida (2).

Ocurre algo similar con las máquinas: después de mucho uso, consumen más energía, funcionan más lentamente y precisan reparaciones más frecuentes.

Y abuso yéndome un poco más por la ramas para agregar algo antes de que me olvide: no es que los humanos somos como las máquinas sino que las máquinas son creaciones humanas que intentan copiar funciones anatómicas.

Si aceptamos la hipótesis según la cual los malestares propios de la vejez ocurren porque la naturaleza aplica las dosis de dolor necesarias para que el fenómeno vida no se interrumpa, podemos deducir de esa hipótesis que las personas que padecen una mala calidad de vida sufren porque su organismo (incluida la psiquis), no tiene un buen desempeño, está funcionando mal, consume demasiado energía para hacer lo mismo que otro haría cansándose menos.

Consumen más energía tanto para trabajar, como para sobrevivir, como para cualquier otro desempeño.

En esta línea es posible pensar que una persona que conozca lo suficiente de la naturaleza, de lo que es vivir, porque ha tenido la suerte de enterarse, asimilar y comprender, vive con mejor calidad de vida.

Sólo conociendo la naturaleza (¡incluyéndonos, por supuesto!), podemos vivir mejor.

(1) Los estímulos para la vejez
(2) Blog sobre el «fenómeno vida»

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Las novelas como textos de estudio

Miles de obras literarias que hipnotizan a millones de lectores tienen como trama principal la heroica frustración de sus protagonistas.

A los humanos nos encanta escuchar, ver o leer cuentos, historias, relatos. Los más lindos son aquellos en los que el personaje principal «casualmente» piensa y siente igual que nosotros.

Claro que el autor pudo haber utilizado la misma habilidad de los abuelos que inventan aventuras en las que el personaje principal, el héroe, el poderoso, es «casualmente» idéntico al nieto.

Claro que el que una vez quedó fascinado por las aventuras de un cierto personaje, muy probablemente trate de imitar e incorporar sus particularidades. Aquel nieto hechizado por las proezas del súper héroe, incorporará a sus tareas futuras la de parecerse al valiente defensor de la justicia o a la bella princesa infalible para conquistar el corazón de los hombres más hermosos.

Algo especial ocurre cuando esas historias son guionadas por profesionales con afán de lucro.

La princesa infalible no es tan infalible. Después de curar al héroe de las heridas recibidas para defender la causa de los más débiles, después de alimentarlo y enamorarse de él hasta la enajenación, termina despidiéndolo porque resulta que el señor tiene que ir a solucionar algún entuerto en un lugar lejano.

El héroe valiente, insensible al dolor de su cuerpo pero maternal ante el dolor de los más débiles, se enamora de la hermosa mujer que lo cuida, lo cura y le entrega lo mejor que tiene, pero el deber es más fuerte y tiene que irse doblegando sus verdaderas intenciones de quedarse, formar una familia, tener muchos niños y terminar con eso de hacerse pegar defendiendo a gente que después ni le agradece.

Estas deliciosas historias nos invitan a ser débiles protegidos por héroes o a ser héroes sufrientes eternamente frustrados.

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Los sistemas económicos son ecológicos

Es probable que los regímenes económicos sean fenómenos naturales y que la ecología los entienda mejor que la economía.

Quizá no sea prematuro ir concluyendo que no existe la teoría económica que nos salve de las escaseces, ineficiencias, crisis.

Durante más de setenta años la Unión Soviética nos hizo creer que el comunismo es la solución, hasta que colapsó en 1989.

En este momento tenemos la isla cubana en la que hace más de cincuenta años se procesa una «revolución» que ya parece un giro descontrolado y caprichoso porque, por definición, una revolución es algo que gira, cambia el rumbo, se reorienta y luego deja de dar vueltas.

En China el comunismo maoísta tiene más de sesenta años y parece tener larga vida porque de la teoría ortodoxa conserva discretos indicios.

El capitalismo, bastante más longevo que el comunismo, lleva tres siglos de vida (si aceptamos que su origen se remonta al siglo 17 en Inglaterra) pero durante esta segunda década del siglo 21 está exhibiendo preocupantes quebrantos de salud

— Podríamos pensar que el ser humano necesita las crisis porque el «fenómeno vida» (1) depende de los cambios, el dolor, la muerte que habilite nuevas vidas.

— Podríamos pensar que no necesitamos este tipo de cambios pero que estamos empecinados en tratar los temas económicos como si fueran asuntos dependientes del dinero y la producción cuando en realidad dependen del deseo humano, del cual no sabemos prácticamente nada.

— Podríamos pensar que los regímenes económicos no dependen para nada de la voluntad humana sino que son fenómenos naturales, circunstancias propias de cada región geográfica, como lo son el clima seco, frío, ventoso, tropical, pero que los humanos, como integrantes jactanciosos de esos fenómenos naturales, nos creemos protagonistas, encargados, responsables, simplemente porque a nuestro cerebro le da por creer en su libre albedrío (2).

(1) Los estímulos para la vejez
Los perjuicios de las donaciones

(2) Blog que reúne artículos sobre el libre albedrío y el determinismo


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El dolor natural y la culpabilidad imaginaria

Por varios factores estamos convencidos de que si no vivimos mejor es por culpa de otras personas (enemigas, irresponsables, dañinas).

Algunas ideas sobre las que he comentado, son:

— La naturaleza se vale de provocarnos dolor y placer para que se produzcan los movimientos que estos factores estimulan;

— Nuestro cerebro conserva la lógica animista por la que inconscientemente le asignamos actitudes humanas a todo lo que de una u otra manera nos afecta (microbios, insectos, plantas, viento, inundaciones) (1).

— Nuestra cultura sostiene que el ser humano es responsable de todo lo que hace porque dispone de la libertad de elegir, aunque muchas evidencias nos conduzca a considerar que estamos plenamente determinados por los genes, la biología, los fenómenos naturales, el inconsciente (2).

Combinando estas ideas sobre las que he comentado, puedo decir a su vez que cuando nos toca sufrir porque la naturaleza nos estimula dolorosamente, es probable que nuestro cerebro prefiera suponer que ese malestar no es parte de la normalidad sino que se trata de un castigo que no merecemos, pues si bien somos responsables de nuestros actos (libre albedrío), no hemos hecho nada para merecer este dolor de muelas, esta gripe o esta impotencia sexual.

Nos convencemos que estos infortunios son culpa de alguien ignorando que se trata de algo que nos pasa así como un árbol puede ser partido por un rayo o una vaca puede morir en una inundación.

Ahí comienza nuestra búsqueda de responsables: «tengo mala dentadura porque mi padre también la tenía», «en el trabajo me hacen cumplir el horario aunque llueva y haga frío, por eso me engripé», o «mi mujer es frígida».

En suma: Ciertas hipótesis (equivocadas) nos llevan a suponer que vivimos bajo algún ataque, abuso, o violación. Responsabilizamos y acusamos a otras personas de que el fenómeno vida dependa del dolor.


(1) ¿El dinero persigue a quienes lo desprecian?

(2) Blog que reúne artículos sobre el libre albedrío y el determinismo



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La felicidad deprimente

El entusiasmo puesto en buscar una felicidad llena de alegría puede atemorizarnos llevándonos a la depresión.

Estamos de acuerdo en que el objetivo de cualquiera de nosotros es ser felices, intensamente felices, durante el mayor tiempo posible.

Dentro de este gran grupo de aspirantes a la felicidad, se incluye una mayoría que piensa que ser felices significa estar contentos, alegres, sin dolores, descansados, sin hambre, entretenidos y no incluye lo contrario: estar tristes, cansados, molestos, aburridos.

Cuando comparamos estas expectativas con lo que realmente nos ocurre diariamente, tenemos que reconocer que la situación es un poco frustrante pues los momentos de felicidad perfecta son escasos, raros, infrecuentes.

Los espíritus optimistas que anhelan la felicidad suelen estar acompañados de algunas fantasías de omnipotencia, al punto de decir, intentar, practicar y aconsejar que «querer es poder».

Esta aspiración a ser felices que tenemos la mayoría, cuando la sentimos acompañada de optimismo y omnipotencia, nos provoca el temor a que nuestro poder mental nos conduzca a enloquecer de alegría, de amor, que nuestra energía sea desbordante, incontrolable, autodestructiva.

Estas ideas, sensaciones, creencias y fantasías suelen ser utilizadas por la publicidad cuando se nos informa que un empresario se volvió loco y está vendiendo todo a precios insólitamente bajos (a menos del costo).

Cuando percibimos esta promoción,

— se despierta nuestra ambición e intentamos aprovecharnos (depredar, explotar, abusar) del supuestamente loco, descontrolado y dispuesto a perder en nuestro beneficio;

— se despierta nuestro temor a caer en el estado de enajenación del «desdichado comerciante» y eso nos hace huir emocionalmente de ese estado que nos había propuesto con optimismo buscar y conservar la felicidad plena de alegría, de hiperactividad, de entusiasmo, impulsándonos al polo contrario;

— por este recorrido, en forma temerosa y preventiva, nuestro ánimo se refugia en la tristeza, el miedo, la inactividad, la depresión.

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