miércoles, 12 de mayo de 2010

La historia se re-re-repite

La mujer que disfruta teniendo varios hijos sabe y acepta de buen grado que tiene que padecer algunas molestias durante el embarazo, el parto y luego en la crianza.

El hombre que disfruta jugando al fútbol sabe y acepta de buen grado que tiene que padecer algunos dolores, lastimaduras y a veces accidentes más graves (luxaciones, esguinces, hematomas).

Tenemos asociados entonces el dolor con el placer. En ciertas circunstancias el dolor puede ser placentero. El sentido común indica que el dolor está en el otro extremo del placer, sin embargo acabamos de ver ejemplos en los que son vecinos.

Podemos ahora agregar un poco más de complejidad para decir que a veces no es tan evidente esta vecindad entre dolor y placer (como en el caso de la mujer que difruta teniendo muchos hijos o del futolista amateur que deja todo en la cancha).

Solemos no darnos cuenta de que somos grandes consumidores de afecto. Necesitamos ser amados, reconocidos, admirados y para lograrlo repetimos fórmulas que alguna vez nos dieron resultado pero que no tienen nada de placenteras.

En general, cuando una y otra vez somos víctimas de ciertas actitudes ajenas que se repiten (traición, infidelidad, descalificación, ofensa, explotación, etc.), no podemos descartar la hipótesis de que el dolor que nos provocan esas reiteradas experiencias esté asociado a algún placer vinculado a la necesidad de afecto que siempre tuvimos. Por este extraño placer es que la historia se repite dolorosamente.

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