lunes, 17 de mayo de 2010

La naturaleza y sus hijos del rigor

Por antipática y temible que sea la muerte, estamos de acuerdo en que la naturaleza cuenta con ella para que haya espacio para las nuevas generaciones.

Sin llegar al trágico extremo de la muerte, suceden otros eventos que también parecen ser naturales y que propenden a perpetuar el dinamismo que posee la realidad que nos rodea.

Los incendios forestales son un fenómeno que siempre existió para que las especies desaparezcan masivamente, preparando el terreno y a las semillas más fuertes para que en pocos años crezca un monte nuevo con ejemplares más vigorosos que los que se quemaron.

La cadena alimentaria está permanentemente matando ejemplares de una especie que son devorados por los ejemplares de otra especie. La muerte y la vida forman parte de una rueda de movimiento continuo.

Las crisis económicas generan el cambio de manos de grandes sumas de dinero: Caen imperios económicos y surgen otros favorecidos por las nuevas circunstancias.

En una especie de exageración, hasta le diría que los ladrones cumplen un rol dentro de las economías, causando pérdidas a las víctimas quienes tiene que hacer un esfuerzo enorme para recuperarse, para tomar mayores precauciones, para evitar que eso vuelva a sucederle.

Estos procesos de muerte o de cualquier otra situación que se le parezca (incendios, destrucciones masivas, epidemias, crisis económicas, delitos contra la propiedad) son parte de una rutina, de una lógica. Por eso la muerte y cualquier pérdida que se le parezca, están previstas, son necesarias, tienen un objetivo benefactor.

Al mismo tiempo son obligatoriamente desagradables porque si fueran agradables no cumplirían el objetivo de hacernos reaccionar estimulando nuestra fuerza vital.

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