Les he comentado recientemente que al nacer con dolorosas necesidades impuestas por la agresiva naturaleza, es nuestra mamá quien las alivia, a partir de nuestro pedido-exigencia (llanto), desarrollando de esta forma la estrategia de pedir-exigir mediante algún método que «estimule» a nuestro proveedor y generándose en nosotros el sentimiento que llamamos amor (hacia quien dé satisfacción a nuestras necesidades).
Condensado en un sólo párrafo tenemos varias ideas que están en el núcleo de nuestra habilidad para sobrevivir.
Pues bien, llegamos a nuestra adultez, terminamos nuestros estudios, las hormonas nos apremian para que busquemos con quién reproducirnos y surge la necesidad de ganar dinero para mantener a la familia que formaremos.
Aquellas ideas primarias del primer párrafo, procuraremos reciclarlas para que se adecuen a nuestro nuevo rol social: joven interesado en formar una familia.
Necesitaremos «una mamá proveedora» que podrá ser un empleador que nos dé trabajo o un emprendimiento por nuestra cuenta (empresa o profesión).
Pediremos-exigiremos un salario digno o una ganancia razonable. Tendremos que negociar, estimular al otro para que esté dispuesto a darnos aquello que calmará nuestra necesidad de dinero.
Estas comparaciones tienen un faltante: En el primer párrafo vemos que el amor surge ante el buen cumplimiento de la proveedora pero en el caso del empleador o de nuestra empresa, ese sentimiento está presente en quienes realmente aman su trabajo, su empresa o su profesión.
La ausencia de este sentimiento genera la «pobreza patológica».
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