lunes, 17 de mayo de 2010

La culpa ¿nos ayuda?

Si usted está de acuerdo conmigo en que la alegría y la risa son beneficioso para la salud, podríamos avanzar un poco más y pensar que otros estados de ánimo (alegría) con su correspondiente repercusión orgánica (risa) también podrían serlo.

Es casi seguro que nadie hace las cosas porque sí y que toda actitud está encaminada a conservar la vida ... aunque nuestro sentido común pueda decirnos lo contrario.

En este caso estoy pensando en los sentimientos y repercusiones orgánicas negativos. Más específicamente «la culpa».

Me llama la atención que aparezca sin motivo suficiente y causando una fuerte mortificación.

Muchas molestias están al servicio de nuestra salud, conservación, supervivencia.

La picazón, escozor o prurito molestan pero el rascado que nos impone puede ser un masaje necesario para activar la circulación periférica y, por ejemplo, acelerar un proceso de cicatrización.

Algunas personas sufren precisamente porque no pueden llorar. La angustia, la tristeza, suelen disminuir si podemos llorar. El llanto nos descomprime.

Un preocupante desmayo hace que la persona adopte una posición horizontal (al caerse) permitiendo que la irrigación de sangre al cerebro sea posible aún con muy baja presión sanguínea.

Si no fuera por el dolor, podríamos perder parte de nuestro cuerpo quemado por el fuego u otro agente destructor de tejido.

Seguramente hay más ejemplos en los que un sentimiento negativo y un dolor físico son proveedores de soluciones.

Esto me lleva a suponer que las personas que padecen intensos sentimientos de culpa de alguna manera se están beneficiando porque el instinto de conservación siempre nos impone actitudes alineadas con la vida y porque ya conocemos otros malestares beneficiosos.

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