lunes, 17 de mayo de 2010

«¡Me alegra estar triste!»

Los seres humanos nos esforzamos por acceder a la felicidad. Quizá ésta sea la tarea que nos consume mayor cantidad de energía.

Como he mencionado en otros artículos anteriores (1) la naturaleza nos provoca dolor y nos ofrece el placer para que hagamos cosas necesarias para conservar el fenómeno «vida».

La búsqueda de la felicidad que nos consume cantidad de energía, es una consecuencia de esa metodología que utiliza la naturaleza para conservar el fenómeno «vida».

Una de las ramas del saber que mejor sintoniza con el tema de este blog es la economía.

Para muchos es conocida la «paradoja de Easterlin». Por si no fuera su caso, se la cuento.

El economista Richard Easterlin es un profesor de la Universidad Southern de California.

Este señor hizo una investigación en la década del 1970 por la que concluyó que un aumento en la riqueza de un pueblo no se corresponde con un aumento similar de su felicidad.

Más concretamente, si el patrimonio de alguien aumenta un 10% su nivel de felicidad aumenta sólo un 6% y si aumenta un 20%, la felicidad sólo aumentaría un 9% (son cifras inventadas por mí para explicar la idea).

Es muy probable que la naturaleza dependa en gran medida de que nuestra sensación de felicidad sea lo más limitada posible porque ella (la naturaleza) necesita este recurso (nuestra infelicidad) para mantener funcionando el fenómeno «vida».

En suma: Cuando estamos infelices debemos ser incoherentes para movernos en búsqueda de la felicidad (porque para eso existe el malestar) y simultáneamente alegrarnos al comprender que esa infelicidad es por nuestro bien.

(1) El budismo zen
Administración del desequilibrio

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