Los triunfos agónicos hacen las delicias de muchos. Para lograr una victoria sobre la hora, es preciso estar perdiendo...siempre.
Ganar
por muchos goles no es tan emocionante como ganar en el último minuto después
de ir perdiendo durante todo el partido.
Claro
que un juego no es más que un juego, por lo menos cuando no hemos apostado a un
cierto resultado todo el dinero que tenemos para vivir junto al resto de la
familia.
La
emoción, el peligro, la agonía y la salvación final son sensaciones
maravillosas... para algunas personas, mientras que para otras es una situación
desagradable, penosa, insufrible.
Además
de ser aptos para disfrutar con el dolor que produce la angustia, lo cual ya
nos está ubicando en una estructura sado-masoquista (1), también es necesaria
la aptitud para creer en milagros y en fenómenos sobrenaturales, místicos,
religiosos.
Los
niños están naturalmente dotados de estas cualidades, especialmente porque su
sistema nervioso aún no se ha desarrollado lo suficiente. Ellos aman los
juegos, el riesgo, las explosiones ensordecedoras, las películas que
aterrorizan, la fiesta de Halloween.
Tanto
los niños como los adultos amantes de los triunfos sobre la hora, no solo
disfrutan de la ocurrencia casual de estos estímulos sino que están dispuestos
a propiciarlos para que ocurran.
En
menor medida, todo juego de azar autorizado para mayores de 18 años incluye la
posibilidad de participar en un acontecimiento legal, donde quizá tengan una
sorpresa tan agradable como la de migrar a otra franja socioeconómica.
Salir
de la pobreza repentinamente, es una expectativa tan maravillosa que
perfectamente puede convertirse en un estilo de vida el participar en esos
grandes sorteos pero asegurándose de ser siempre pobres, pues esta es una
condición esencial para tener posibilidades de ascender.
Para
disfrutar de los triunfos sobre la hora es imprescindible vivir perdiendo.
Algunas
menciones del concepto «sado-masoquismo»:
(Este es el Artículo Nº 1.748)
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