sábado, 1 de diciembre de 2012

El consumo de SUSTANCIAS



   
El desconocimiento del idioma impide PENSAR y conocer lo sustancial de vivir. Para resolverlo consumimos sustancias farmacéuticas (medicamentos).

Aunque parezca disparatado, la buena salud puede ser aburrida, a pesar de saber, hasta por experiencia propia, que la enfermedad es un estado molesto, penoso, indeseable.

Parece más fácil de entender que el doloroso aburrimiento surge de la continuidad, del bienestar excesivamente monótono, prolongado, fastidioso.

Es posible conocer gente que evita tomar licencia, parar de trabajar, interrumpir su habitual forma de cansarse, estresarse y preocuparse, ... porque sabe que cuando no hace nada, cuando su cabeza está inactiva, cuando el torrente adrenalínico disminuye su cauce, se deprime, se pone de pésimo humor y hasta tiene ganas de matarse, soñando con que solo una tragedia de ese porte podría sacarlo del marasmo, apatía y desánimo.

Creo que no es una novedad decir que el consultorio de los médicos está parcialmente poblado por personas que se dedicaron al cuidado de la salud como única tarea que les da algo de sentido a sus vidas y un único tema de conversación: las entretenidas enfermedades (propias y ajenas), la perversa descripción de síntomas espeluznantes, el sado-masoquismo asexuado por falta de un cuerpo que está siendo destinado a un uso más morboso, hipocondríaco, estéril.

Hasta acá mi diagnóstico. Ahora les propongo una posible interpretación de estos acontecimientos.

Las soluciones médicas a la tristeza existencial consisten en el suministro de sustancias químicas (drogas, medicamentos).

Esto es así porque el triste existencial no tiene acceso a lo sustancial de su existencia, eso que le permite vivir sin cuestionarse, prescindiendo de seguridades que solo pueden sentirse bajo los efectos de esas drogas calmantes, que tanto despiertan como inducen el sueño.

Las sustancias químicas remplazan a las sustancias filosóficas, inaccesibles para quienes, por desconocer su propio idioma, no pueden PENSAR.


(Este es el Artículo Nº 1.747)

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