Cuando una mujer conoce a un varón que hubiera elegido para padre de sus hijos, jamás debería dejar de disfrutarlo.
A muy temprana edad se despertó en mí una
clara sensibilidad hacia algunos semejantes.
Como no tengo proximidad natural a niños
africanos desnutridos, como vivo lejos de algún leprosario y como las viviendas
más pobres de mi país están a varios kilómetros de mi casa, no tengo
oportunidad de sensibilizarme con esos estímulos tan frecuentes y abundantes.
Sin embargo mi dolor aparece cuando veo cómo
algunos adultos corren innecesariamente por las avenidas, los parques y la
rambla.
Reconozco que me dan lástima. Los imagino
perseguidos por fantasmas hipocondríacos que en sus voces alucinatorias les
hablan de colesterol, diabetes, obesidad.
No descarto la posibilidad de que algún día
sean ellos los que sientan lástima por mi artrosis, ceguera, cuadriplejia, pero
apenas lo menciono para lucir realista y ocultar mi intenso deseo de negar
estos peligros.
Como puedo elegir he optado por rechazar la
filosofía médica y adhiero a otra creencia que me parece mucho más humana,
natural, lógica, entretenida, social, saludable, amorosa.
He comentado en varios artículos mi suposición
de que las mujeres son las que eligen a los varones (1) con los que su instinto
les dice que podrían tener hijos hermosos y saludables.
Tengo para decirles que la sexualidad está
asociada a fantasías inconscientes de gestación, aunque la menopausia haya
clausurado irreversiblemente la generación de endometrio.
Por lo tanto, les digo a esas señoras que
nunca pierdan oportunidad de tener sexo con los hombres que ellas continúen
eligiendo para tener hijos, que ahora serán solo imaginarios. Con su esposo
jamás volverá a tener pasión, por eso tienen que aceptar las nuevas y escasas
oportunidades pero no comentárselo a él porque no se merece sufrir un desengaño
ni padecer celos.
(1) Algunas menciones del concepto «las mujeres eligen a
los varones»:
(Este es el Artículo Nº 1.749)
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