Si creemos que los demás son idénticos a nosotros, no
podremos negociar con la mayoría de ellos.
Cada poco tiempo estoy recordando aquella
frase que dice: «Cuando
Pedro habla de Pablo, dice más de Pedro que de Pablo».
Para los
que no han leído aún la explicación psicoanalítica de esta afirmación, les
comento que existe un axioma (verdad tan evidente que no necesita explicación)
que dice «No se puede sacar de donde no hay».
Este axioma
también significa que, aquello que sacamos de algún lugar, antes estaba ahí: si
sacamos agua de una botella es porque esa botella contenía o aún contiene agua.
Cuando
Pedro habla de Pablo, está exhibiendo (sin darse cuenta) cuáles son sus propios
contenidos aunque en el discurso se
los esté atribuyendo al otro.
Es la
ingenuidad que todos conservamos (el niño que llevamos dentro) la que nos
impide saber que, cuando Pedro dice que Pablo es irritable, lo que en realidad
nos está diciendo es que el mismo Pedro lo es, sin perjuicio de que Pablo
también lo sea.
No es
solamente nuestra ingenuidad deliciosamente infantil la que nos lleva a ignorar
nuestras propias características cuando señalamos que otros sí las tienen,
también estamos condicionados por lo que en psicoanálisis se denominan
«negación» y «proyección», esto es: no queremos reconocer algunas de nuestras
particularidades porque nos avergüenzan (negación), y preferimos verlas en
otras personas, como quien intenta hacer que otro cargue con nuestras culpas o
responsabilidades (proyección).
En el
terreno de las relaciones sociales, esta combinación de acciones (negación +
proyección), suele causarnos unos cuantos problemas, sobre todo cuando
cometemos dolorosas injusticias al atribuirle nuestros defectos a los demás.
Esta
combinación también es perjudicial en el plano laboral cuando creemos que
nuestros clientes, proveedores, empleadores o subordinados, solo necesitan lo
mismo que nosotros necesitamos.
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