Trabajar, producir, hacer negocios, pueden ser soluciones para una depresión no diagnosticable porque el depresivo así la mantiene compensada, neutralizada, casi curada.
No recuerdo cuándo ni dónde me
enteré de una historia con ribetes
psicoanalíticos.
Trataba de una mujer muy rica,
que vivía con su esposo, en una casa bellamente decorada.
Como suele ocurrir esta
señora, a la que parecía no faltarle nada para ser feliz, sufría de una
profunda depresión.
Sólo para ponernos de acuerdo,
les recuerdo que una depresión anímica es un «Síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de
las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos».
Como por depresión también
podemos entender que se trata de una concavidad, un hueco, un agujero de
respetables dimensiones, esta señora tuvo una crisis muy dolorosa cuando un
cuadro al óleo muy apreciado por ella, fue quitado para su venta.
A partir de esta pérdida su
mala salud hizo crisis, pero por esas cosas que tiene el azar, no tuvo mejor
idea que remplazar la obra pictórica por un cuadro «igual», pero hecho
por ella... que no sabía ni de pinceles.
Se abocó a la tarea con la angustia de quien está desesperado, amenazado
de muerte, de quien siente que se juega su última carta.
Como podrán imaginar el cuadro
realizado por la novicia no tenía nada de parecido al que ella intentaba
remplazar, pero sin embargo se sintió mejor haciéndolo y comenzó a salir del
pozo depresivo.
Los síntomas son penosos
(asma, fobias, alergias, arritmias cardíacas, y muchos otros) pero sin embargo
resultan ser reequilibrantes, compensatorios, «saludables». Son tan difíciles de
remover porque para hacerlo es preciso poner al paciente en riesgo de enfermar.
Trabajar, producir, hacer
negocios, pueden ser soluciones para una depresión no diagnosticable porque el
depresivo así la mantiene compensada, neutralizada, casi curada.
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