La estimulación oral del pene (felación) es gozosa para quienes de esa forma evocan los placeres de su propia lactancia.
Como he comentado en otros artículos (1), nos sentimos ricos durante los primeros meses de vida pero luego perdemos ese estatus y no paramos de añorarlo (extrañarlo, desearlo).
Este es exactamente el origen de nuestro deseo.
La precaria constitución de nuestro cerebro nos llevó a pensar que nuestra riqueza era mamá. Más precisamente, los senos alimenticios de mamá.
Observemos que mediante un simple tilde, diferenciamos a la persona «mamá» de aquello que realmente nos importó que fueron sus «mamas» (senos, tetas).
Estos hechos son simples pero están en el origen de fenómenos que parecen complejos porque el lenguaje es tan ineficiente que tenemos que utilizar muchas palabras para poder decir algo tan simple como que
— «fuimos realmente felices mientras fuimos lactantes», o que
— «nos sentimos arruinados cuando aquellos senos dejaron de producir leche», o que
— «perdimos la felicidad cuando empezamos a comer otros alimentos».
También he mencionado en otro artículo (2) que en última instancia «heterosexual es cualquiera que desee a las mujeres» (J. Lacan).
Observemos que la felación (chupar el pene) es un placer muy difundido entre las mujeres, sin embargo el diccionario de la Real Academia la define como «estimulación bucal del pene».
El punto de vista de esta Academia es masculino porque si bien es cierto que a los varones nos gusta esa práctica (si es realizada con pericia, porque la estimulación dolorosa molesta), diría que son ellas las que más lo prefieren porque el pene recuerda al seno materno cuando aún segregaba leche (al líquido seminal se le dice popularmente leche).
En suma: la mujer, cuando practica la felación, goza en tanto ese pene que segregará semen, imita al seno materno que la alimentó.
(1) La insatisfacción vitalicia
La vida es placentera gracias a la placenta
(2) Sabemos mucho de gays y poco de lesbianas
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