sábado, 20 de noviembre de 2010

Quienes deciden, ganan más

Desde que el mundo es mundo, existen ricos y pobres, pero aún no sabemos por qué.

En mis prácticas como psicoanalista, aplico un razonamiento que a veces me da resultado.

Cada persona posee algún grado de equilibrio (excepto que esté en coma, inconsciente o carente de lucidez).

Por lo tanto, cuando alguien llega a mí (vestido, por sus propios medios y comprendo lo que me dice), ya lo diagnostico como «persona equilibrada» (compensada, en armonía).

Claro que no es posible desoír el motivo de consulta que, generalmente es una queja, un conflicto, alguna expresión de dolor (angustia, insomnio, duelo, etc.).

Al pensar que una persona, por el simple hecho de estar viva y autogestionable, posee armonía, me conduce inevitablemente a la conclusión de que para poder introducir cambios curativos en su vida, debo desaromonizarla, quitarle el equilibrio que trae, descompensarla para restablecer esas condiciones, pero de una forma diferente y lo más rápido posible.

Es decir, alguien que se siente mal, no puede curarse sin ayuda, porque no puede perder el equilibrio que incluye el padecimiento.

Imaginemos un ejemplo: alguien se queja de que tiene que andar por la vida cargando una piedra que pesa 50 kilos.

Para quitarle la piedra, antes tengo que enseñarle a caminar de otra forma, porque hasta ahora ha estado inclinándose hacia atrás para compensar el peso que aguanta con sus manos.

En suma: lo que llamamos resistencia a la cura, no es más que un estado de equilibrio difícil de romper.

En otro artículo (1) mencioné que los individuos en grupo, instintivamente nos dejamos llevar por lo que hace la mayoría.

Sin embargo, no todos reaccionamos con igual intensidad.

Quienes logran equilibrarse obedeciendo las modas, las tendencias, los informativos, están condicionados a que otros tomen las decisiones ¡y las ganancias!.

(1) Psicosis colectiva y vulnerabilidad individual

Cómo Dios ayuda a los ateos


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