Uno de los tantos problemas contemporáneos, está provocado por las drogas adictivas (cocaína, marihuana, psicofármacos medicinales).
El negocio del narcotráfico consiste en comercializar clandestinamente las sustancias prohibidas, mientras que la medicina, por su parte, está autorizada a vender otras sustancias, supuestamente curativas pero que, en realidad, sólo permiten facilitar (aliviar, calmar) la vida de los consumidores (en este caso, llamados «pacientes»).
Los mercados objetivos de unos y otros proveedores (narcotraficantes y psiquíatras), padecen características similares: angustia, dolor en el alma, depresión, ansiedad, disconformidad, sensación de vacío interior.
Todos esos síntomas tan penosos, se aplacan, disimulan, ocultan, con la ingesta de sustancias psicoactivas, es decir, que provocan alteraciones somáticas a nivel del sistema nervioso.
Toda industria tiene fines de lucro.
El estímulo de quienes la crean (organizan, administran, protegen), es ganar dinero, enriquecerse, ampliar su poderío económico.
Las industrias que fabrican y venden sustancias psicoactivas (legales o ilegales), no escapan a esta regla.
El poder político también se genera, organiza, administra y protege con metodología similar a la de cualquier otro emprendimiento que persiga el lucro.
Así como a los fabricantes de drogas psicoactivas les conviene que más gente padezca esa dependencia (fidelización del cliente), a los políticos les conviene que más gente los vote, apoye, es decir, delegue en ellos su pequeña cuota de poder ciudadano, para que, por acumulación, puedan tomar grandes y lucrativas decisiones.
Cuando casi todos los partidos gobernantes de occidente eran de centro o de derecha, se puso de moda una foto del Che Guevara (imagen).
Estos consumidores del ícono, agotaban en ese acto, casi la totalidad de su militante oposición a las decisiones antipáticas de sus gobernantes de turno, facilitándoles la tarea, porque su agresividad subversiva se agotaba, paseándose con esa fotografía y gritando consignas de izquierda iluminada.
Nota: Esta fotografía fue tomada por el fotógrafo cubano Alberto “Korda” Díaz (1928-2001), el día 5 de marzo de 1960.
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