Algunos presidiarios están encarcelados porque su
cónyuge, temiendo una dolorosa infidelidad, lo induce a delinquir porque
encerrado le será fiel.
Hace unos años les comentaba que
la infidelidad provoca unos estallidos de furia desproporcionados solo si no
entendemos el motivo que los causa. Entendiendo la justificación del enojo
dejamos de considerarlos como desproporcionados.
La persona que tiene relaciones
extramatrimoniales tiene la sensación de que no está haciéndole ningún daño al
cónyuge, por eso no entiende por qué tiene que ocultarlas ni por qué surgen
insólitos escándalos si son descubiertas.
En aquel comentario (1) proponía
la hipótesis según la cual en toda relación matrimonial cada integrante tiene
la sensación de poseer, en el cuerpo de su cónyuge, el sexo que le falta, es
decir, que la esposa tiene la sensación de que al estar casada con su marido,
inconscientemente alcanza la perfección porque dispone de un pene, mientras que
el esposo tiene la sensación de que al estar casado con su esposa,
inconscientemente alcanza la perfección porque dispone de útero, senos y
vagina.
Según las creencias del
psicoanálisis nadie está capacitado para negar cualquier hipótesis que tenga en
cuenta los contenidos del inconsciente porque estos contenidos son, por
definición, desconocidos, ignorados, absolutamente inaccesibles a la
conciencia.
El límite a estas hipótesis está
dado porque ningún ser humano puede disponer de contenidos inconscientes
no-humanos.
Por lo tanto, la furia de quien
se siente traicionado por el cónyuge infiel está plenamente justificada si
aceptamos que la inocente relación extramatrimonial constituyó en realidad una
violación homosexual pues la infidelidad se cometió sin el consentimiento del
otro y con una persona de su mismo sexo (si no entendió, relea más despacio).
Terminado este repaso del
mencionado artículo (1), agrego que algunos presidiarios están encarcelados
porque su cónyuge prefiere una violación heterosexual (el VideoComentario lo
ayudará).
(Este es el Artículo Nº 1.861)
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