Nuestro sueño de
encontrar todas las explicaciones tiene por objetivo combatir las causas
injustas de lo que nos provoca dolor.
Según observo nuestro cerebro
no admite la idea de que algo exista y no tenga una causa. Estamos
condicionados para pensar que «no hay efecto sin causa».
El propio cerebro se encarga
de desautorizar la opinión de que algo exista sin causa.
Es por este defecto mental que
todos necesitamos saber el origen del Universo. Si les dijera que el Universo
no tiene origen, algo los obligaría a suponer que estoy equivocado.
En otro orden, los humanos
conocemos todo lo que los cinco sentidos pueden registrar, pero si yo les
dijera que las sensaciones reales de nuestro entorno son exactamente 1.234, de
las cuales solo podemos detectar cinco (visuales, gustativas, táctiles,
olfativas y auditivas), concluiríamos que de las restantes 1.229 no tenemos
idea. Algunos afirmarían que no existen.
Si nosotros pudiéramos aceptar
que no todo tiene una causa, nos quitaríamos la preocupación de saber cómo
fueron construidas las pirámides de Egipto, qué son los platos voladores y
quién posó para la Gioconda.
Según creo, esta mente encaprichada en que no hay efecto sin
causa se llena de angustia cuando le falta algún dato. El fenómeno se parece al
vértigo que sentimos cuando miramos al vacío desde una altura.
La curiosidad nos mortifica,
necesitamos saber y cuando no logramos saber somos víctimas de la irritación,
el enojo, la furia por impotencia.
Cada vez que un ser querido
pierde la vida enfermo de cáncer volvemos a preguntarnos cómo puede ser que aún
no hayamos decubierto la causa, ... porque nuestro pobre cerebro nos obliga a
pensar que «no hay efecto sin causa».
Nuestro sueño de encontrar todas las explicaciones tiene por objetivo
combatir las causas de lo que nos provoca dolor.
(Este es el Artículo Nº 1.884)
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