Aunque parezca insólito, no queremos «cobrar» porque es aburrido,
porque podría ser doloroso y porque podríamos ser acusados de homicidas.
Para algunos lectores el
diccionario es un libro de suspenso, que nos sorprende ingratamente con
definiciones jamás soñadas.
Algo de eso ocurre con la
palabra «cobrar» (1), pues todos la consideramos simpática entonces tanto nos
remite a recibir algo que nos deben, a mejorar nuestra disponibilidad de
dinero, a permitirnos satisfacer necesidades y deseos propios o de nuestros
seres queridos.
Sin embargo, la mencionada novela de terror, (el diccionario), nos
informa:
7.
tr. coloq. Dicho
especialmente de muchachos: Recibir un
castigo corporal.
Ahora entiendo por qué mi madre nos amenazaba diciéndonos:
«No se porten mal porque de lo contrario van a cobrar».
Aquellos dramas infantiles, que felizmente la memoria se
encarga de olvidar, ocurrían en una atmósfera kafkiana pues, por un lado se nos
decía literalmente que recibiríamos un pago, como si hubiéramos ido a trabajar
igual que los adultos, pero por el tono de voz amenazante nos pronosticaban que
recibiríamos una golpiza en el futuro inmediato.
En otro artículo de reciente publicación (2), propongo la
tesis según la cual la pobreza patológica
podría tener como una de sus miles de causas el desinterés profundo que tenemos
por «cobrar», a la vez que algunos gastos son motivo de alegría, de
entretenimiento, de diversión.
Por lo tanto, este hallazgo en el diccionario nos amplía la gravedad
del asunto: «cobrar» no solo es aburrido sino que además está asociado a recibir
un castigo corporal.
Ahora sabemos que «cobrar» es aburrido y eventualmente
doloroso.
Pero el diccionario del horror sigue agregándonos ideas
tenebrosas.
En la misma definición del verbo «cobrar» nos enteramos de
otro significado:
12.
prnl. Llevarse víctimas. El terremoto se cobró numerosas
vidas humanas.
¡Nadie quiere «cobrar» y después
sentirse homicida!
(Este es el Artículo Nº 1.814)
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