Aumenta la tendencia a no salir de nuestras casas,
ingeniándonos con el teletrabajo y con los proveedores que traen lo que
necesitamos.
Hay gente que no se saca el
pijama en todo el día. A veces hasta se olvida de ducharse.
Cada vez más personas salen
menos de sus casas y las que aún salen, tienen como objetivo encontrar formas
de ganarse la vida llevándose el trabajo a la casa (teletrabajo) o
desarrollando algún emprendimiento que les permita evitar transitar lugares
públicos llenos de gente extraña, peligrosa, imprevisible.
La madre de Caperucita Roja
empieza a tener razón: debemos temer al lobo que anda por el bosque.
Quienes creen que el ser
humano es un animal migratorio, que tiene prohibido el sedentarismo, compran
algún aparato para hacer gimnasia, imitando al hámster con su carrusel
vertical.
Pero esta tendencia al
encierro no es una particularidad adquirida sino que se explica por un
estancamiento en el desarrollo psicológico.
Según dicen quienes creen
saber, los humanos nacemos tan encerrados en nosotros mismos que nuestra madre
tiene que adivinar por qué lloramos.
Cuando el pequeñito se pone a
gritar aparecen los procedimientos que la ciencia sigue utilizando aún hoy: el
ensayo y el error.
¿Llora porque tiene hambre,
frío, algún dolor, angustia?
En este trabajo de laboratorio
la mamá intenta cualquier cosa para desactivar la alarma humana de
incalculables decibeles.
Tarde o temprano el niño se
calla, porque la madre calmó su malestar o porque se le agotó la batería (se
durmió).
El hecho es que el pequeño
aprendió que sus problemas pueden ser adivinados por alguien suficientemente
motivado (la madre desesperada por el llanto).
Si el desarrollo psíquico se
detiene prematuramente pretendemos que alguien nos atienda, que adivine
nuestras necesidades, al extremo de no tener que salir de nuestras casas ni
quitarnos el pijama.
(Este es el Artículo Nº 1.818)
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