viernes, 4 de mayo de 2012

Los inconvenientes de la sabiduría



Los beneficios de «saber» (adquirir conocimientos) son parciales pues debemos enterarnos de que también tiene contraindicaciones (inconvenientes).

Decimos con mucha convicción que «El saber no ocupa lugar» queriendo significar que «estudiar no tiene límites», que «no hay impedimentos físicos para saberlo todo», que «la ignorancia no está objetivamente justificada».

Es tan fuerte esta convicción que ni se nos ocurre averiguar qué efectos secundarios indeseables tiene «saber».

Una lejana mención respetable a esta duda se remonta al Antiguo Testamento (Libro del Génesis - Biblia) donde, haciendo mención al Jardín del Edén se nos cuenta que Dios le habría prohibido a Adán y Eva comer los frutos del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal.

Como los muy desobedientes comieron esos frutos prohibidos, Dios los expulsó del Paraíso, no para castigarlos sino por temor a que también comieran del Árbol de la Vida y esos humanos se convirtieran en dioses.

Otra lejana mención respetable a las consecuencias indeseables de «saber» podemos hallarla en el mito de la Caja de Pandora.

Según cuenta esta leyenda, la mencionada diosa recibió el encargo de trasladar un ánfora de un lugar a otro, con la expresa recomendación de que la conservara cerrada. Como ella no pudo controlar su deseo de saber, la abrió y se esparcieron todas las enfermedades que aún nos afectan.

La curiosidad es una expresión de angustia.

Queremos saber por temor a lo desconocido. Buscamos las causas de lo que nos afecta suponiendo que mientras estas causas sean desconocidas no podremos atacarlas para destruirlas y terminar con el malestar que nos preocupa, al que suponemos ser el comienzo de lo que terminará matándonos.

Es el inevitable temor al dolor y a la muerte lo que estimula nuestra curiosidad y nos «obliga» a conocer hasta lo que no desearíamos saber.

(Este es el Artículo Nº 1.555)


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