jueves, 9 de junio de 2011

Las desilusiones según las aspiraciones

Si fracasamos teniendo modestas aspiraciones la desilusión es más dolorosa que si fracasamos teniendo aspiraciones muy ambiciosas.

Una persona dice: «Es muy poco lo que le pido a la vida. Tan sólo quiero encontrar una persona con quien vivir, hacernos compañía, desayunar juntos, hacer las compras, cocinar, limpiar, pasear, mirar televisión, ir al cine, visitar a nuestros amigos. ¿Es tanto lo que pido? ¿Por qué hace años que no lo consigo?»

Una persona dice: «Es muy poco lo que le pido a la vida. Tan sólo quiero encontrar a alguien que piense como yo, que tenga dinero, que podamos vivir en un palacio de mármol, con una cuenta bancaria abundante, que tenga belleza física, que sea buen amante, divertido, que me haga reír a menudo, que sea un monógamo fundamentalista, que me respete, me cuide, sea romántico, tenga buena cultura, que se lleve bien con mi familia, capaz de sorprenderme con actitudes originales, divertidas, que alegren mi vida. ¿Es tanto lo que pido? ¿Por qué hace años que no lo consigo?»

Quienes estamos abocados a conseguir el dinero suficiente para vivir dignamente, solemos hacer valoraciones erróneas y eso nos hace perder dinero, tiempo o entusiasmo.

En el primer párrafo oímos la voz de alguien que tiene modestas aspiraciones, no pide lujos, todos sus anhelos son accesibles. En el segundo párrafo estamos ante alguien que padece una ambición desmedida.

La pregunta que me hago en este artículo es: ¿Realmente es posible conseguir algo tan simple como una buena compañía o es más difícil que conseguir algo tan costoso como un multimillonario?

En suma: Quizá las modestas aspiraciones, cuando fracasan, nos producen un gran desánimo. Si fracasáramos conscientes de que pedimos demasiado, no sufriríamos tanto. Entonces, a la vida siempre tenemos que pedirle de más. Nunca de menos.

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