jueves, 9 de junio de 2011

La propia putrefacción

El horror a la propia putrefacción por muerte nos aleja del dinero que puede ser el atractivo que nos «corrompa» o nos deje «podridos en plata».

En un artículo anterior (1) les mencionaba que a veces nos preocupan algunos pensamientos que son o parecen ser autodestructivos.

El propio vértigo es un temor a que un rapto de locura nos impulse a tirarnos al vacío.

Hemos aprendido —porque se respira en el aire de nuestra cultura occidental—, que los placeres nos llevan por mal camino.

La filosofía predominante dice que gozar, disfrutar de los placeres, darle satisfacción a nuestros deseos nos conduce inevitablemente a enfermarnos y sabemos que las enfermedades causan dolores ... y que los intentos de curarnos de la medicina suelen ser aún más dolorosos que la propia enfermedad.

La corrupción es ese fenómeno social con el cual algunos ciudadanos incurren en conductas deshonestas, delictivas, amorales, con el fin de enriquecerse.

Esas ideas de autodestrucción que mencionaba al principio suelen asociarse con el afán de enriquecernos utilizando la vía rápida, acortando camino, salteándonos los procedimientos más honrados porque son demasiado lentos y trabajosos.

Bajo este tipo de circunstancias alguien puede verse tentado a realizar ilícitos que aumenten sus ingresos violando la ley, traicionando la confianza, utilizando para sí dineros ajenos (públicos o privados).

La apropiación indebida de bienes ajenos es una forma de corrupción que está inducida por el deseo de enriquecer rápidamente, mejorar la calidad de vida, disfrutar de más y mejores placeres.

En nuestro idioma puede decirse que alguien está podrido en plata para significar que posee un gran patrimonio.

Observemos que esos pensamientos autodestructivos que mencionaba al principio, más las referencias a corrupción (descomposición) y estar podrido en plata aluden a muerte.

En suma: Es posible que algunas pobrezas patológicas existan para tomar distancia de este desenlace deseable pero mortífero.

(1) ¿Existe un instinto de muerte?

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