La envidia es desestimulante para quien la padece. Suele
generarse por incomprensión del personaje envidiado.
Para comprender la idea que
justifica este artículo necesitamos asumir que existen roles gestores
(exclusivamente ejercidos por madres) y roles proveedores (ejercidos por
personas de ambos sexos que trabajan para mantener a su familia).
Por lo tanto, los gestores
siempre son de sexo femenino y los proveedores pueden ser tanto mujeres como
varones.
Solo haré un comentario sobre
los proveedores, sin
incluir a las gestoras.
Es muy probable que los proveedores, de ambos sexos, tengan
una forma de pensar masculina porque es este sexo el que suele dedicarle más
tiempo y energía al trabajo remunerado.
Los proveedores, (con mentalidad masculina, como acabo de
decir en el párrafo anterior), tienen una psiquis apta para fecundar a todas
las mujeres que se los soliciten. Un varón normal desea ser elegido Míster
Padrillo Universal. Los varones que desean la monogamia continúan en una
relación edípica con su madre (‘madre hay una sola’), pues no han logrado abandonar
aquel vínculo primario e infantil.
Por esta mentalidad masculina de los proveedores, tienden a
suponer que las prostitutas efectúan un trabajo envidiable, en tanto se las
imagina realizando el sueño dorado de tener relaciones sexuales con muchas
personas. Más aún: cobran por hacer la tarea más deseable.
Una prostituta no es un varón polígamo, es una mujer que
anhela tener relaciones sexuales con el padre de sus hijos y no con cualquiera.
Ellas tienen que cobrar para indemnizar el doloroso sacrificio de violentar su
deseo natural.
Los proveedores, que envidian a las prostitutas, también las
desprecian para aliviar las molestias causadas por la mencionada envidia.
Los proveedores bajan su productividad y sus ganancias
cuando, por error, envidian la situación laboral de prostitutas o de cualquier
otro trabajador imaginariamente feliz (gobernantes, empresarios, ...).
(Este es el Artículo Nº 2.084)
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