domingo, 26 de enero de 2014

Los celos por la propia infidelidad


Mantenerse sexualmente fiel suele ser frustrante y, para aliviar esta frustración, algunos acusan de infidelidad al otro.

Los temas referidos a la fidelidad conyugal siempre son polémicos y es grato que así sea.

Como les comento en otro artículo (1), las matemáticas son odiosas porque impiden la polémica, es decir, impiden que algunas responsabilidades queden en la nebulosa. Todo lo cuantitativo termina siendo acusador porque es posible medir las acciones, las intenciones, las preferencias, mientras que lo cuantitativo, lo no matemático, es polémico y, por tanto, más impreciso y menos acusador.

Los temas referidos a la fidelidad conyugal siempre son polémicos porque los cónyuges más celosos, en última instancia, están acusando al otro por faltas que no cometieron.

La furia de una persona celosa suele estar provocada por sus propias fantasías de infidelidad:

Jorge querría ser infiel con su esposa porque desea hacer el amor con una compañera de trabajo que intenta seducirlo, pero como no se anima a ser infiel se mortifica, sufre, se retuerce de angustia y, para aliviarse, acusa a Leticia de que muy probablemente esté en amoríos con el primo.

La dosis de calmante a veces tiene que ser muy elevada. Así como alguien tiene que ingerir tres aspirinas para calmar un dolor de cabeza, porque con una no le alcanza, necesita caer en el maltrato desconsiderado con Leticia porque una simple mención de la desconfianza no le alcanza.

En este estado de cosas, Leticia no entiende nada. Al principio se angustia por la actitud de Jorge; habla con las amigas; lo ama pero él se está poniendo insoportable; es tranquilizador que sea hombre de una sola mujer, en eso puede estar tranquila. Para calmarse, imagina que los celos son una prueba de amor y se adapta a que él la agreda ... porque está sexualmente frustrado.


(Este es el Artículo Nº 2.106)


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