Mantenerse sexualmente fiel suele ser frustrante y,
para aliviar esta frustración, algunos acusan de infidelidad al otro.
Los temas referidos a la
fidelidad conyugal siempre son polémicos y es grato que así sea.
Como les comento en otro
artículo (1), las matemáticas son odiosas porque impiden la polémica, es decir,
impiden que algunas responsabilidades queden en la nebulosa. Todo lo
cuantitativo termina siendo acusador porque es posible medir las acciones, las intenciones, las preferencias, mientras que
lo cuantitativo, lo no matemático, es polémico y, por tanto, más impreciso y
menos acusador.
Los temas referidos a la
fidelidad conyugal siempre son polémicos porque los cónyuges más celosos, en
última instancia, están acusando al otro por faltas que no cometieron.
La furia de una persona celosa
suele estar provocada por sus propias fantasías de infidelidad:
Jorge querría ser infiel con
su esposa porque desea hacer el amor con una compañera de trabajo que intenta
seducirlo, pero como no se anima a ser infiel se mortifica, sufre, se retuerce
de angustia y, para aliviarse, acusa a Leticia de que muy probablemente esté en
amoríos con el primo.
La dosis de calmante a veces tiene
que ser muy elevada. Así como alguien tiene que ingerir tres aspirinas para
calmar un dolor de cabeza, porque con una no le alcanza, necesita caer en el
maltrato desconsiderado con Leticia porque una simple mención de la
desconfianza no le alcanza.
En este estado de cosas,
Leticia no entiende nada. Al principio se angustia por la actitud de Jorge;
habla con las amigas; lo ama pero él se está poniendo insoportable; es
tranquilizador que sea hombre de una sola mujer, en eso puede estar tranquila.
Para calmarse, imagina que los celos son una prueba de amor y se adapta a que
él la agreda ... porque está sexualmente frustrado.
(Este es el Artículo Nº 2.106)
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