La prohibición del incesto puede generar pobreza personal cuando solo se encaran emprendimientos tan imposibles como satisfacer deseos incestuosos.
Aunque el cerebro conozca que una perla es una
esfera nacarada que se forma dentro de la caparazón de algunos moluscos, cuando
oye la expresión «las perlas del rocío», no se detiene a
pensar en las esferas nacaradas que habitualmente embellecen algunas joyas,
sino que entiende que se trata de una comparación y que las costosas
formaciones no pueblan por miles la pradera llena de rocío.
Este fenómeno mental no ocurre solamente en
textos poéticos sino que funcionan mucho más a menudo.
Voy al fondo del asunto: la prohibición del
incesto es una norma social muy conmovedora porque inhibe dolorosamente los
deseos sexuales que circulan dentro de la familia.
Metafóricamente, esta prohibición aparece
cuando queremos satisfacer deseos que están fuera de nuestro alcance. Pondré un
ejemplo:
Varias veces he mencionado que en nuestra
especie es la mujer la que desea tener hijos con ciertos varones de su entorno
y no con otros (1).
Si una mujer tiene la mala suerte de que uno
de esos pocos varones sea su papá, como difícilmente pueda explicitar sus
pensamientos («quiero
tener un hijo con mi padre») y dado que la prohibición del
incesto funciona como un tabú, es decir que muy seguramente no se lo confiese
ni a sí misma, es probable que:
— Tenga una pésima relación con su papá porque
los impulsos inconsciente a seducirlo sean difícilmente controlables y el enojo
sistemático podría ser una manera de alejarse de él;
— Haga múltiples intentos de vincularse con
otros hombres para sacarse de la cabeza a su único amor (su papá), con lo cual
su vida afectiva, familiar y económica seguramente serán caóticas, con una
permanente tendencia a insolventarse (empobrecer).
En suma: lo imposible es costosísimo.
(Este es el
Artículo Nº 1.685)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario