lunes, 2 de julio de 2012

La agresividad y la prohibición del incesto



La agresividad y la prohibición del incesto funcionan como estímulos que nos permiten defendernos y reproducirnos, respectivamente.

Porque somos una especie muy vulnerable, afectados además por la conciencia de que somos muy vulnerables, tenemos que ser agresivos para tonificar compensatoriamente nuestra debilidad.

En este desempeño (ser agresivos para compensar nuestra debilidad constitutiva), también perecen otros humanos, porque tienen mala suerte o porque son excesivamente débiles y «no son aptos para vivir» (no son viables).

Ocurre cuando un delincuente actúa como sicario (asesino por encargo), o como rapiñero (robo violento), o cuando un ciudadano común actúa negligente o imprudentemente provocándole un grave daño a otros.

Ocurre cuando un gobernante se deja llevar por sus ambiciones imperialistas y hace matar a sus jóvenes soldados luchando por una causa que solo la historia se encargará de encontrar injustificada, pero que mientras los acontecimientos bélicos ocurren una mayoría los aplaude.

La agresividad dentro de nuestra especie es semejante a la prohibición del incesto.

Tanto una como la otra resultan ser circunstancias penosas, irritantes, condenables, pero en los hechos podemos observar que contribuyen a fines superiores que nos benefician: con la agresividad compensamos nuestra natural vulnerabilidad y con la prohibición del incesto potenciamos nuestro instinto reproductivo mediante la exacerbación de la sexualidad reprimida.

Para que la agresividad y la prohibición del incesto cumplan sus objetivos superiores, es imprescindible que funcionen como estímulos dolorosos. Es preciso que la agresividad sea condenada y que la prohibición del incesto merezca un respeto atemorizado.

Si alguien, apelando al control mental, a recursos religiosos o a alguna disciplina esotérica, lograra moderar en sí mismo la fuerte reacción que nos provocan la agresividad y el incesto, esa persona quedaría expuesta a morir por causa de la más mínima amenaza o a carecer de deseo sexual (apatía, alexitimia, impotencia).

Otras menciones del concepto «prohibición del incesto»:


Por qué cuesta ‘un ojo de la cara’
   
(Este es el Artículo Nº 1.607)

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