miércoles, 5 de octubre de 2011

La medicina preventiva como fuente de temor

Nuestro estado de ánimo habitual es de temor porque aceptamos como si fueran normales infinitas amenazas médicas correspondientes a su política prevencionista.

Es probable que la violencia sea necesaria para que los humanos seamos capaces de vivir en sociedad sin provocar graves daños.

Es probable que seamos hijos del rigor.

Es probable que nos cueste aceptar estas características porque acostumbramos compararnos con modelos ideales, perfectos, que no existen fuera de la imaginación.

La violencia tiene mala prensa, es aborrecida genéricamente, es casi imposible erigir una defensa razonable de algo tan doloroso, vergonzante, inhumano.

Pero todos sabemos que no es tan «inhumano». No paramos de condenarla y
de seguir aplicándola cada vez que hace falta.

Como ocurre con otras ideas, circunstancias, características, es menos malo aceptar la realidad a ocultarla. Aceptándola podemos apelar a nuestra responsabilidad (sabemos lo que estamos haciendo) mientras que rechazándola, negando su existencia, no podremos hacernos cargo de la cuota de responsabilidad que podemos tener cuando aparece provocando injusticias, desbordes, daños irreversibles.

La violencia parece ser una de las características propias del poder. En nuestras mentes no podemos concebir que alguien con poder no disponga de recursos para ejercer la violencia.

El poder no siempre es físico y tangible, sino que también lo encontramos en la presión psicológica, en la extorsión, en la propaganda atemorizante.

Por ejemplo, por algún motivo nuestra cultura prohíbe el incesto. Para justificarlo e imponer violentamente su cumplimiento, personas de casi cualquier nivel educativo creen que la descendencia de relaciones incestuosas padece taras.

Para evitar la promiscuidad sexual e imponer violentamente la monogamia, primero fuimos amenazados con las enfermedades venéreas y desde hace unas décadas con el SIDA.

Más genéricamente, desobedecer a los médicos (dieta, tabaquismo, mamografía) produce cáncer.

La violencia es tan amplia, profunda y continúa, que hasta colaboramos difundiendo las amenazas.

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