domingo, 27 de febrero de 2011

¡Bah! ¿Qué me importa?

Podemos desarrollar la inteligencia asumiendo que vivir provoca unas molestias básicas inevitables.

Nuestra mente está diseñada para gozar, gozar y gozar.

Toda oportunidad de disfrutar, alegrarnos, divertirnos, parece encender alguna luz roja en nuestra cabeza para evitar que escape.

Por este mismo motivo es que tratamos de evitar las molestias, dolores, inconvenientes.

Ese diseño pro-goce y anti-molestia crea ideas, fantasías, historias, que nos permiten disminuir lo inconveniente y aumentar lo agradable.

Las personas simples, que se han mantenido alejadas de la cultura académica, de la lectura de grandes autores, de la educación formal, difícilmente logren darse cuenta (introspección) de cómo su mente busca evitar las molestias y perfeccionar el placer.

Las personas complejas, que han estudiado mucho, que han dedicado su vida a conocer historias con personajes capaces de pronunciar densos diálogos interiores, difícilmente logren darse cuenta (introspección) de como su mente tan compleja, en realidad también busca evitar las molestias y perfeccionar el placer.

En suma: todos accedemos a un nivel intelectual insuficiente e incapaz de descubrir las trampitas (negar nuestros errores, olvidarnos de un compromiso incómodo, amar a quien tememos, simular desinterés, ostentar valentía, descaro del tímido, ocultar la envidia) que nos permitan gozar más y sufrir menos.

Este punto es interesante porque algo propio (dentro de nosotros) nos sabotea, nos pone un techo, nos impone un límite, nos quita energía (deprime), nos des-capacita, nos inhibe, nos empobrece.

Una conclusión muy simple, emergente de estas reflexiones, nos permite suponer que si nosotros aceptáramos humildemente que nos engañamos para gozar más y sufrir menos, entonces no tendríamos necesidad de subdesarrollar nuestro intelecto (atontarnos) hasta el punto de no descubrir nuestro propio engaño.

Conclusión: si aceptamos humildemente que vivir causas molestias inevitables, podemos proponernos remover las molestias evitables y considerar que es inteligente amar el goce y evitar el dolor.

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