lunes, 9 de agosto de 2010

Me gusta más porque no me gusta

El Deseo S.A., presentó la película dirigida por Pedro Almodóvar y actuada por Victoria Abril y Antonio Banderas, titulada Átame.

Como el título lo indica —y el nombre de la empresa distribuidora no es casual—, en esta tragi-comedia, un ex-paciente psiquiátrico se empecina en lograr el amor de una actriz pornográfica.

Raptarla y atarla a una cama, son algunas de sus técnicas amatorias, que, como corresponde a una película comercial, terminan siendo exitosas.

Ella, primero lo rechaza, luego lo acepta y termina amándolo.

Inmovilizar al partenaire sexual es una práctica que suele ser bastante excitante para ambos y notoriamente implica una técnica de sometimiento sado-masoquista.

Nuestro deseo es temible porque puede «pedirnos» cosas peligrosas, dolorosas, vergonzosas, pero cuando lo satisfacemos, nos retribuye con generosidad.

Todos conocemos lo atractivo de algunas prohibiciones.

Con dos palos cruzados formando una X más un tercero usado para mantenerla vertical, se formaba un instrumento de tortura.

Brazos y piernas eran atados por los romanos a cada extremo de la X y con el otro, se lo ponía en exhibición para que otros lo vieran, para que la víctima sufriera terribles dolores y eventualmente, para armar una hoguera debajo y terminar con su vida.

El nombre de este instrumento es tripalium, es decir: tres palos.

De ese instrumento de tortura deriva el vocablo (también en latín) tripaliare, del cual hoy tenemos el verbo trabajar.

Hay consenso en que el trabajo es penoso, sacrificado y generador de víctimas.

Pero es probable que esta universal deducción etimológica, se quede en la superficie y no logre integrar algo más profundo aunque menos evidente.

El placer por el sometimiento lo verificamos en las restricciones placenteras que imponen ciertas relaciones amorosas o laborales, muy intensas y apasionadas, que muchos disfrutan o desearían disfrutar.

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