martes, 31 de agosto de 2010

Doctor: ¡hágame mimos!

Encontré tantas ideas que fundamentan la hipótesis de que el fenómeno vida depende de que los usuarios del mismo (los seres vivos), sintamos dolor y placer, que creé el blog Vivir duele, que ustedes pueden visitar si el tema les interesara.

La industria de los proveedores de salud, maneja recursos económicos muy grandes.

En ella están los laboratorios farmacéuticos, los médicos, los fabricantes de aparatología médica, las empresas de prestaciones pre-pagas, los laboratorios de análisis clínicos, y una larga lista de otros agentes económicos cuyos ingresos dependen de «vender salud».

Los trabajadores (empresarios, inversionistas, profesionales, empleados) cuyos ingresos económicos dependen de esta rama de actividad, tienen las características, creencias y prejuicios, propios de cualquier otra persona.

Mi propuesta de que el fenómeno vida depende del dolor y del placer, es aceptada por muy pocas personas.

Por lo tanto, si cualquier ciudadano concurre a un trabajador de la salud quejándose de que tiene un dolor, malestar o preocupación que le incomoda, ninguno de los dos evaluará la situación desde mi punto de vista (la normalidad de los malestares), sino que establecerán un vínculo terapéutico para solucionar el problema.

Es probable que la batería de anestésicos de que dispone la medicina, logre aplacar las molestias (¡por estar vivo!) que trajo el paciente a la consulta.

Me inclinaría a pensar que eso es perjudicial, porque la sensación penosa está ahí para provocar algún cambio en nuestra vida, pero con un calmante, desactivaremos el estímulo natural para buscar y modificar lo que nos afecta.

Además del alivio, otro placer se agregará al acto médico: todo indica que cualquier demanda (pedido), es de amor.

Los humanos seguimos necesitando ser atendidos, observados, mirados, palpados, mimados, aún después de la niñez y de la adolescencia.

El aspecto afectivo de la consulta, sí es saludable.

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