lunes, 3 de marzo de 2014

Quién provocó esa lágrima

Es interesante saber que, cuando creemos ser la causa de alguna lágrima, estamos equivocados: nadie lloró, ni llora, ni llorará por nosotros.

Una de las tantas curiosidades que nos señala el psicoanálisis refiere a que nadie derrama una lágrima por pesares ajenos.

Cuando lloramos en el cine, ante una telenovela, leyendo un libro, escuchando una triste historia, mirando un cuadro, escuchando alguna melodía, siempre, (dije: siempre), lloramos por nosotros mismos.

Más de la mitad de la población mundial, con especial énfasis en las culturas hispano parlantes, está segurísima de que es posible llorar por dramas ajenos. Pues no es así: toda lágrima es originada por dolores personales y ninguna lágrima es originada por dolores ajenos.

Lo que puede llevarnos a confusión es que, a veces, nos angustian problemas ajenos (enfermedades, muertes, pérdidas). En estos casos, nuestro pesar surge por identificación con la víctima; nos duele profundamente imaginarnos en su lugar. Por algún resorte propio de nuestra psiquis, somos capaces de confundir datos que parecen tan claros como son «tú y yo».

Este fenómeno participa en otra extraña, pero frecuente, situación en la que alguien afirma negando («¿no es verdad?»), o junta el sí con el no, como si fueran sinónimos («No lo hizo Juan, sino Pedro»), o pide información por la contraria («¡No me digas!»).

Resumiendo, nuestra mente ve dificultada su eficacia porque confunde el «si» con el «no», generando las condiciones para que luego también confundamos yo con no-yo. En otras palabras: perdemos noción de identidad, dudamos sobre quién es quien.

Estas son algunas razones por las que suponemos que lloramos por dramas ajenos, desconociendo que jamás derramamos una sola lágrima que no sea por algo que nos concierna en exclusividad.

¿Para qué sirve este comentario referido a nuestra ambivalencia (si-no) y a cómo confundimos yo con no-yo? Ignoro para qué sirve porque millones de personas nacen, viven y mueren sin enterarse para quién trabajaron sus glándulas lacrimales.

Claro que, como el saber no ocupa lugar, para alguien puede ser interesante discernir claramente por qué llora. Sobre todo es interesante saber que, cuando creemos ser la causa de alguna lágrima, estamos equivocados: nadie lloró, ni llora, ni llorará por nosotros.

Esta noticia es muy tranquilizadora para algunos, pero algo deprimente para otros. En particular, algunos podrán sentirse liberados de algunas deudas morales, por ejemplo, cuando nuestro acreedor dice haber llorado por nuestra culpa y pretende cobrarnos dicha secreción.

Pensándolo bien, no es tan inútil este comentario.

Me quedo más tranquilo.

(Este es el Artículo Nº 2.130)


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