Es interesante saber que, cuando creemos ser la causa de
alguna lágrima, estamos equivocados: nadie lloró, ni llora, ni llorará por
nosotros.
Una de las tantas curiosidades que nos señala el
psicoanálisis refiere a que nadie derrama una lágrima por pesares ajenos.
Cuando lloramos en el cine, ante una telenovela,
leyendo un libro, escuchando una triste historia, mirando un cuadro, escuchando
alguna melodía, siempre, (dije: siempre), lloramos por nosotros mismos.
Más de la mitad de la población mundial, con
especial énfasis en las culturas hispano parlantes, está segurísima de que es
posible llorar por dramas ajenos. Pues no es así: toda lágrima es originada por
dolores personales y ninguna lágrima es originada por dolores ajenos.
Lo que puede llevarnos a confusión es que, a
veces, nos angustian problemas ajenos (enfermedades, muertes, pérdidas). En estos
casos, nuestro pesar surge por identificación con la víctima; nos duele
profundamente imaginarnos en su lugar. Por algún resorte propio de nuestra
psiquis, somos capaces de confundir datos que parecen tan claros como son «tú y yo».
Este fenómeno participa en
otra extraña, pero frecuente, situación en la que alguien afirma negando («¿no
es verdad?»), o junta el sí con el no, como si fueran sinónimos («No lo hizo
Juan, sino Pedro»), o pide información por la contraria («¡No me digas!»).
Resumiendo, nuestra mente ve
dificultada su eficacia porque confunde el «si» con el «no», generando las
condiciones para que luego también confundamos yo con no-yo. En otras palabras:
perdemos noción de identidad, dudamos sobre quién es quien.
Estas son algunas razones por
las que suponemos que lloramos por dramas ajenos, desconociendo que jamás
derramamos una sola lágrima que no sea por algo que nos concierna en
exclusividad.
¿Para qué sirve este
comentario referido a nuestra ambivalencia (si-no) y a cómo confundimos yo con
no-yo? Ignoro para qué sirve porque millones de personas nacen, viven y mueren
sin enterarse para quién trabajaron sus glándulas lacrimales.
Claro que, como el saber no
ocupa lugar, para alguien puede ser interesante discernir claramente por qué
llora. Sobre todo es interesante saber que, cuando creemos ser la causa de
alguna lágrima, estamos equivocados: nadie lloró, ni llora, ni llorará por
nosotros.
Esta noticia es muy
tranquilizadora para algunos, pero algo deprimente para otros. En particular, algunos
podrán sentirse liberados de algunas deudas morales, por ejemplo, cuando
nuestro acreedor dice haber llorado por nuestra culpa y pretende cobrarnos
dicha secreción.
Pensándolo bien, no es tan
inútil este comentario.
Me quedo más tranquilo.
(Este es el Artículo Nº 2.130)
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