Quienes creen en el libre albedrío también entienden
que la vida en los humanos no es tan automática como es la vida del resto de
los seres vivos. Suponen que deben controlarse y, eventualmente, suponen que
deben controlar a los demás.
El libre albedrío es la
postura filosófica según la cual los humanos podemos tomar decisiones
auténticas, sin ser influenciados por ninguna otra cosa que no sea la propia
inteligencia o la voluntad.
Esta postura filosófica se
contrapone al determinismo, según el cual los humanos NO podemos tomar
decisiones auténticas, sino que es la Naturaleza la que nos hace actuar, como
también hace actuar a cualquier otro elemento, con o sin vida: un árbol, una
hoja en el viento, un terremoto.
Quienes creen en el libre
albedrío son mayoría absoluta. Muy pocos creemos en el determinismo.
Según esa corriente de máxima
aceptación, al descreer en los dictados de la Naturaleza, a la vez que creen en
la capacidad del ser humano de gobernar su propia vida, consideran que la
existencia debe ser gestionada, gerenciada, dirigida, trabajada por cada uno de
nosotros. Creen que para vivir hay que pensar cómo vivir, qué hacer, qué comer,
qué movimientos realizar, cómo controlarnos hasta en los más mínimos detalles.
Esta mayoría cree que nuestro cuerpo es como una máquina, que requiere
observación, análisis, mantenimiento, vigilancia, máximo control.
Todo esto, según los
deterministas, es un error porque ningún otro animal, de anatomía similar o no
similar a la humana, toma tantos cuidados o intenta ejercer tanto control y,
sin embargo, vive normalmente.
Quienes creen en el libre
albedrío realizan una serie de acciones cuando sienten algún dolor: toman un
calmante, consultan Internet, consultan a un médico, ingieren ciertas
sustancias químicas supuestamente tonificantes, preventivas, enriquecedoras.
Con esa actitud, según creo y les propongo
pensar, prácticamente anulan los procesos de auto-sanación propios de cualquier
organismo vivo. No solo interrumpen el proceso auto-curativo sino que, en el
mediano plazo, esa actitud continua atrofia los mecanismos naturales de
auto-curación. Por este motivo, luego de haber logrado esa atrofia, pasan a ser
personas totalmente dependientes de la medicina.
Es normal, entre quienes creen en el libre
albedrío, la fantasía según la cual la salud es un tema de negociación con el
médico, de manera similar a que es realmente negocial cuando concurren al
mecánico y este propone algunas opciones (comprar un repuesto original o uno
adaptable, reparar el actual, hacer alguna modificación general).
En suma: quienes creen en el libre albedrío son personas que se imaginan
capaces de controlar sus vidas, y, como son coherentes, también se imaginan
capaces de dirigir la vida de otras personas (familiares, amigos, conocidos).
(Este es el Artículo Nº 2.152)
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