El cambio más dramático
es el de estar aliviados a estar doloridos, aunque insistimos en creer que lo
peor ocurre con la muerte.
La teoría de la Gestalt (1) es
la que mejor explica nuestro modo de percibir por contraste: blanco sobre
negro, silencio sobre ruido, liberación
sobre desolación.
Cuando los contrastes están
ubicados en distintos tiempos la percepción toma un cariz especial.
Notamos claramente el efecto
perceptivo que ocurre cuando estalla un trueno en el silencio de la noche;
notamos claramente el efecto perceptivo que ocurre cuando un objeto blanco está
apoyado sobre un fondo negro; notamos claramente el efecto perceptivo que
ocurre cuando un dolor es calmado mediante la inyección intravenosa de un anestésico.
Sin embargo, el efecto
perceptivo que ocurre cuando se va el último invitado de una fiesta que saturó
socialmente nuestro hogar (liberación), no
es tan notorio si dos o tres días después nos sentimos sumidos en la desolación porque ni siquiera alguien nos llama
por teléfono.
Algo similar ocurre cuando el
enamoramiento va desgastándose, lenta pero inexorablemente, y cuando queremos
acordar, solo nos queda un dulce recuerdo que se «recorta» gestálticamente sobre un triste sabor amargo.
La percepción que surge de dos sensaciones opuestas pero distantes en el
tiempo nos provoca sensaciones especiales pues pasamos de estar alegres a estar
tristes, es decir que lo que cambia para construir la percepción somos nosotros
mismos, nos transformamos.
Ya no son los colores, los sonidos, los perfumes de algo exterior lo que
cambia sino que la percepción se construye con cambios personales que
contrastan: estamos bien y pasamos estar mal; todo nuestro cuerpo parece
cambiar, como cambia el color de la piel del camaleón.
El cambio más dramático es el de estar aliviados a estar doloridos,
aunque insistimos en creer que lo peor ocurre con la muerte.
(Este es el Artículo Nº 1.975)
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