viernes, 2 de agosto de 2013

Morir no es lo peor



 
El cambio más dramático es el de estar aliviados a estar doloridos, aunque insistimos en creer que lo peor ocurre con la muerte.

La teoría de la Gestalt (1) es la que mejor explica nuestro modo de percibir por contraste: blanco sobre negro, silencio sobre ruido, liberación sobre desolación.

Cuando los contrastes están ubicados en distintos tiempos la percepción toma un cariz especial.

Notamos claramente el efecto perceptivo que ocurre cuando estalla un trueno en el silencio de la noche; notamos claramente el efecto perceptivo que ocurre cuando un objeto blanco está apoyado sobre un fondo negro; notamos claramente el efecto perceptivo que ocurre cuando un dolor es calmado mediante la inyección intravenosa de un anestésico.

Sin embargo, el efecto perceptivo que ocurre cuando se va el último invitado de una fiesta que saturó socialmente nuestro hogar (liberación), no es tan notorio si dos o tres días después nos sentimos sumidos en la desolación porque ni siquiera alguien nos llama por teléfono.

Algo similar ocurre cuando el enamoramiento va desgastándose, lenta pero inexorablemente, y cuando queremos acordar, solo nos queda un dulce recuerdo que se «recorta» gestálticamente sobre un triste sabor amargo.

La percepción que surge de dos sensaciones opuestas pero distantes en el tiempo nos provoca sensaciones especiales pues pasamos de estar alegres a estar tristes, es decir que lo que cambia para construir la percepción somos nosotros mismos, nos transformamos.

Ya no son los colores, los sonidos, los perfumes de algo exterior lo que cambia sino que la percepción se construye con cambios personales que contrastan: estamos bien y pasamos estar mal; todo nuestro cuerpo parece cambiar, como cambia el color de la piel del camaleón.

El cambio más dramático es el de estar aliviados a estar doloridos, aunque insistimos en creer que lo peor ocurre con la muerte.

 
(Este es el Artículo Nº 1.975)

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