Por varios factores estamos convencidos de que si no vivimos mejor es por culpa de otras personas (enemigas, irresponsables, dañinas).
Algunas ideas sobre las que he comentado, son:
— La naturaleza se vale de provocarnos dolor y placer para que se produzcan los movimientos que estos factores estimulan;
— Nuestro cerebro conserva la lógica animista por la que inconscientemente le asignamos actitudes humanas a todo lo que de una u otra manera nos afecta (microbios, insectos, plantas, viento, inundaciones) (1).
— Nuestra cultura sostiene que el ser humano es responsable de todo lo que hace porque dispone de la libertad de elegir, aunque muchas evidencias nos conduzca a considerar que estamos plenamente determinados por los genes, la biología, los fenómenos naturales, el inconsciente (2).
Combinando estas ideas sobre las que he comentado, puedo decir a su vez que cuando nos toca sufrir porque la naturaleza nos estimula dolorosamente, es probable que nuestro cerebro prefiera suponer que ese malestar no es parte de la normalidad sino que se trata de un castigo que no merecemos, pues si bien somos responsables de nuestros actos (libre albedrío), no hemos hecho nada para merecer este dolor de muelas, esta gripe o esta impotencia sexual.
Nos convencemos que estos infortunios son culpa de alguien ignorando que se trata de algo que nos pasa así como un árbol puede ser partido por un rayo o una vaca puede morir en una inundación.
Ahí comienza nuestra búsqueda de responsables: «tengo mala dentadura porque mi padre también la tenía», «en el trabajo me hacen cumplir el horario aunque llueva y haga frío, por eso me engripé», o «mi mujer es frígida».
En suma: Ciertas hipótesis (equivocadas) nos llevan a suponer que vivimos bajo algún ataque, abuso, o violación. Responsabilizamos y acusamos a otras personas de que el fenómeno vida dependa del dolor.
(1) ¿El dinero persigue a quienes lo desprecian?
(2) Blog que reúne artículos sobre el libre albedrío y el determinismo
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