Un dolor corporal se intensifica si le asociamos fantasías de culpabilidad, injusticia y castigo.
Es probable que a usted le ocurra algo que a otros les sucede, pero que no se dé cuenta porque el proceso, que en otros es consciente, en usted ocurre inconscientemente. Los fenómenos son similares pero las consecuencias son muy distintas.
El dolor puede triplicar su molestia cuando inconscientemente se lo asocia con un castigo que alguien nos impuso por un pecado que nunca cometimos.
La situación es tan irracional que por eso es más probable que funcione en la oscuridad sigilosa que cae fuera de la conciencia (inconsciente).
Observe por ejemplo qué hace mucha gente cuando siente un dolor por llevarse algo por delante. En gran cantidad de oportunidades reaccionamos insultando a esa piedra con la que tropezamos o le damos un puntapié a la mesa que nos golpeó la cadera en plena oscuridad.
Estas insensateces son normales, no requieren ni medicación ni mucho menos internación, pero convengamos en que son rotundamente alocadas.
Dentro de este cuadro clínico no patológico ni alarmante, ocurre que un dolor de muelas, persistente, intenso, muy irritante porque todo lo que está en la cabeza parece que doliera más, nos hace pensar que tiene que ser un castigo.
La suposición de que se trata de una caries que merece ser reparada pasa a un segundo plano pues al tormento orgánico le agregamos una fantasía excitante del dolor:
— porque nos sentimos víctimas de una injusticia ya que no hemos hecho nada que merezca un castigo;
— porque nos indigna que ese error de la justicia nos haya elegido, demostrando así que no somos respetables para quien nos haya juzgado erróneamente.
En suma: Esta forma de convivir con un dolor corporal, triplica su intensidad porque lo asociamos a una fantasía alocadamente contraproducente.
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