Cuando nuestra mente construye historias terroríficas a partir de datos imaginarios, la vida se convierte en un tormento insoportable. En estos casos, buscar certezas puede ser una actitud desesperada que no repara en costos. Por eso la aversión a la duda y a los riesgos, puede ser causa de enfermedad y el consiguiente empobrecimiento.
La convicción nos genera un gran alivio, inclusive cuando el yerro y las consecuencias materiales de esa convicción sean notoriamente perjudiciales.
Para no pensar en todo lo que nos puede pasar, para eludir la mortificación que nos provoca la inseguridad, la duda, el no saber si estamos próximos a sufrir, usamos algunas técnicas:
— Quienes adhieren al «pensamiento único», se oponen a la libertad de expresión y sólo admiten un partido político, una sola religión, una sola opinión. Es la anulación total de la libertad, de la diversidad, de la tolerancia;
— Una «idea fija» es una patología psíquica muy severa que padecen pocas personas aunque en muchos casos diagnosticamos «artesanalmente» esa característica en quienes sólo piensan en una sola cosa (el sexo, la corrupción, la envidia);
— La obsesión tiene semejanzas con la idea «idea fija» pues el obsesivo pierde la capacidad de modificar su conducta para adaptarse mejor a las circunstancias cambiantes. No es temerario suponer que la obsesión (como los ya mencionados), tiene como estímulo privilegiado el control de la mortificante incertidumbre;
— Desde mi punto de vista, podemos padecer cualquier enfermedad, padecimiento o accidente para «ayudar» a nuestra mente a que se fije, concentre, focalice en recuperar la salud, aunque el motivo desencadenante haya sido el apartamiento de la incertidumbre. Una fuerte preocupación «encarcela» el pensamiento cuando su libertad es fuente de dolor.
En suma: Los diferentes procedimientos para eludir la incertidumbre, siempre limitan la potencialidad productiva y por eso son causa probable de empobrecimiento.
Nota: La imagen es un autorretrato de la pintora mexicana Frida Kahlo (1907-1954), titulado «La columna rota».
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