sábado, 17 de julio de 2010

Dolor sin masoquismo

Son muy conocidas las expresiones populares «morirse de la risa» y «desternillarse de la risa».

Abro un paréntesis: ternilla significa cartílago y cartílago es la parte más flexible del esqueleto, ubicado donde articulan dos huesos, por ejemplo, el maxilar inferior con el resto del cráneo.

La frase es una exageración. Sugiere que alguien puede romper el cartílago del maxilar inferior, de tanto reírse.

Por lo tanto, quien dice «destornillarse de la risa», está pensando en un ser humano armado de otra forma.

Cierro el paréntesis.

Los franceses llaman al orgasmo «pequeña muerte».

En suma: tenemos tres expresiones placenteras asociadas al dolor y a la muerte.

Existe una cuarta expresión famosa, pero proviene del marketing turístico y dice: «Ver Nápoles y después morir».

El objetivo principal de este artículo es señalar hasta qué punto goce y placer pueden ser prácticamente opuestos.

Nuestro lenguaje alude a esta paradoja sin muchos énfasis. Como vimos, los ejemplos no abundan (aunque existen).

Para el psicoanálisis éste es un tema mucho más importante y trascendente.

Los humanos quedamos perplejos ante ciertas actitudes (propias o ajenas), en las que alguien parece hacerse daño a propósito.

Sistemáticamente incurrimos en acciones demostradamente perjudiciales, «tropezamos dos veces en la misma piedra».

Solemos no entender estos fenómenos porque casi todos tenemos la compulsión a percibir a través de un severo filtro de racionalidad, de sentido común, de coherencia.

Estos filtros nos enceguecen para percibir algunas características (propias y ajenas), que si las tuviéramos en cuenta quizá (y sin quizá) podríamos facilitarnos la vida.

En otras palabras, los seres humanos buscamos el dolor y el placer, probablemente no en las mismas dosis, no en forma permanente, pero los buscamos.

Sólo nos aceptamos como buscadores de placer, pero no: también buscamos dificultades, problemas, dolores, ... sin ser masoquistas (1)

Nota: la imagen de la chica con pendientes, la elegí apostando a que usted no se daría cuenta de que le fueron perforados los lóbulos de las orejas, seguramente alegando que «no duele tanto».

(1) Ya es tiempo de que me vaya un poco mal

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