sábado, 9 de febrero de 2013

Los ambiguos sonidos del amor



 
Los «sonidos» que produce la pareja humana haciendo el amor pueden ser interpretados como de placer o de dolor.

No creo que exista ese tal espíritu en el que creen devotamente más de la mitad de la humanidad.

Esta mayoría logra que la idea subsista a fuerza de insistir, pero lo mismo ocurrió cuando se decía que el sol gira alrededor de la tierra, Copérnico dijo que la Tierra gira alrededor del sol, finalmente se comprobó que Copérnico tenía razón, y en pleno siglo 21 las maestras enseñan a los niños que «el sol sale por el este», como si no fuéramos los terrícolas quienes comenzamos a verlo por el este.

Si necesitamos que el sol salga por el este seguiremos pensando que él gira a nuestro alrededor y si necesitamos que exista un espíritu, inmortal, inmaterial y divino, pues la mayoría seguirá hablando de ese componente divino que nos convierte en inmortales.

Sin embargo, nada prueba que dicho espíritu exista y por eso me permito ubicarme en la minoría para decir que, en todo caso, la materia de la que estamos hechos nos provoca ciertas sensaciones subjetivas que, por no saber bien qué las produce tenemos permitido suponer, provisoriamente, que sí, que tenemos lo que la mayoría desea tener.

Pues bien, el espíritu o la psiquis o lo como desee llamarlo, determina nuestra forma de ser: bondadosa o maligna, fuertes o débiles, pacíficos o violentos, o lo que sea.

Ese espíritu o psiquis puede estar forjado por nuestras experiencias infantiles y, puesto que desde el misterioso dormitorio de nuestros padres suelen salir sonidos que un niño no sabe si son de dolor o de placer, muchos pequeños pueden forjar su espíritu pensando que amar es provocar dolor a la mujer, entonces de ahí saldrá un hombre golpeador.

(Este es el Artículo Nº 1.796)

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