sábado, 3 de septiembre de 2011

El zurcido corporal

Los mecanismos de defensa psicológicos, la autocuración (sistema inmunológico) y la cicatrización son recursos naturales que nos devuelven parcialmente la calidad de vida perdida.

La técnica del zurcido invisible se utiliza para reparar artículos tejidos dañados por un desgarro, corte, quemadura o por la polilla.

Consiste en eliminar la visibilidad del desperfecto.

La mayoría de las veces se toman hilos de otras partes del tejido sano para igualar el color y la textura de las hebras, como si se tratase de un auto trasplante.

Al finalizar el trabajo, la tela recupera el aspecto exterior que tienen las partes no dañadas (imagen 2) aunque el reverso (imagen 1) muestra las cicatrices de la reparación.

Este parece un buen ejemplo de lo que ocurre con nuestros mecanismos de defensa.

«Me desgarró el corazón» significa que se produjo una desilusión; «me quema la cabeza» significa que algo es muy preocupante; «aún no pudo cerrar la herida ...» significa que un duelo continúa provocando dolor.

El cuerpo genera un «zurcido invisible» cuando intenta aliviar el dolor de una desilusión, disminuir el estrés de una preocupación, compensar la amargura de un duelo, curar una enfermedad.

Para aceptar esta solución es preciso suspender el perfeccionismo (1). Tenemos que aceptar que nada volverá a ser como antes de la fractura y que sólo podremos lograr la mejor calidad de vida posible.

Esto vale para cualquier reparación, recuperación, restablecimiento: cuando enfermamos sólo podemos aspirar a estar mejor pero la ilusión de recuperar el estado anterior contiene las condiciones para que ocurra otra des-ilusión que provoque otro desgarro, ahora sobre el mismo «zurcido invisible».

En suma: la naturaleza dota a todos los seres vivos de recursos de auto-curación (mecanismos de defensa, cicatrización, curación) que devuelve la calidad de vida aunque no tan perfectamente como pretendemos.

(1) El control de calidad y la obsesión perfeccionista

La pereza de los perfeccionistas

El subdesarrollo feliz 

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