lunes, 2 de septiembre de 2013

La moral del placer



 
Todos los seres vivos buscamos las condiciones favorables a la vida y tomamos distancia de las desfavorables a la vida.

Es erróneo suponer que la búsqueda del placer denuncia una actitud cómoda, irresponsable, hedonista, viciosa,  concupiscente, sensualista, gozadora, libidinosa, lujuriosa, lasciva, insensata, alocada, imprudente, necia.

También es erróneo suponer que la búsqueda de responsabilidad, compromiso, trabajo, obligación, esfuerzo, dificultad, riesgo, desafíos, inseguridad, incertidumbre, dudas, determinen a una persona moralmente valiosa.

Desde mi punto de vista, que desconoce el libre albedrío y supone el determinismo, todo lo anterior está equivocado al suponer que puede existir una tal búsqueda.

Por el contrario, no puedo evitar pensar que somos actuados por las leyes de la naturaleza y que es nuestra mente la que imagina algún tipo de protagonismo o  toma de decisión.

En este marco hipotético (que solo existe el determinismo), el fenómeno vida, eso que ocurre en todos los seres vivos, depende de varios factores siendo uno de ellos la provocación de dolor o placer que genere acciones de aproximación o alejamiento del estímulo causante.

Lo digo de otro modo: no es que la actitud cómoda o la actitud laboriosa sean méritos o deméritos del ejemplar que la exhibe, son, por el contrario, situaciones totalmente alineadas con el fenómeno vida que funciona en ese ejemplar en el que vemos la actitud cómoda o laboriosa.

Cada uno de nosotros no podemos evitar la búsqueda de placer porque con él aseguramos la conservación de la vida mientras que el dolor nos provoca un inevitable alejamiento en tanto el dolor, de continuar, seguramente es la antesala de la muerte.

Todos los seres vivos buscamos las condiciones favorables a la vida y tomamos distancia de las desfavorables a la vida.

Por lo tanto, cualquier ser humano busca la comodidad y el placer..., para conservar la vida.

(Este es el Artículo Nº 1.973)

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